Ignacio Marco-Gardoqui-El Correo

Pues a primera vista deberíamos decir que sí. El momento actual de la integración europea no contempla grandes alardes de solidaridad, además de una atronadora falta de liderazgo capaz de conducirnos hacia un proyecto único de mayor integración. Pero antes de emitir una sentencia definitiva convendría analizar mejor el momento actual de nuestras demandas de solidaridad. A Europa le pedimos que mutualice la deuda. ¿Qué quiere decir eso? Pues, que, de una manera u otra, compartan el riesgo de nuestras emisiones de deuda. El nivel de riesgo de cualquier activo financiero condiciona su precio, de tal manera que una emisión que conlleve mayor riesgo que otra deberá ofrecer un tipo de interés mayor al inversor para captar su interés. Resulta que países como Alemania u Holanda tienen menos riesgo que nosotros, así que si nos «mutualizamos» con ellos pagaremos un interés menor. ¿Y por qué no quieren hacerlo? Pues porque ellos tendrían que pagar un interés mayor, al aumentar el riesgo medio. Estamos en un momento en el que todos los países, también ellos, vamos a necesitar emitir enormes cantidades de deuda para paliar los destrozos económicos de la pandemia. Así que debemos cuidar la evolución de las primas de riesgo para evitar que el coste de su financiación se convierta en inasumible. Justo ahora que había descendido de manera sensible.

Pero, ¿por qué nuestro riesgo es mayor? Pues porque hemos seguido políticas poco ortodoxas y muy descuidadas en materia de gasto. Llevamos muchos años, prácticamente desde 2008, gastando más de lo que ingresamos. El déficit se ha reducido en porcentaje, pero ha existido siempre, lo que nos ha conducido a crecimientos constantes de la deuda en vigor. Los países que ahora se resisten a ejercer la solidaridad nos han advertido durante todos estos años de lo equivocado de esta actuación y nos han pedido más disciplina presupuestaria. No les hemos hecho caso nunca y ahora pretendemos que nos hagan caso ellos. Podríamos convenir en que nosotros no hemos sido solidarios en el pasado con los requisitos comunes europeos -nos lo han advertido en múltiples ocasiones-, y ahora ellos no quieren serlo con nuestras penurias.

¿Deberían? Aunque es evidente que siempre es más sencillo pedir solidaridad cuando eres el beneficiario de ella y no el proveedor, es cierto que las circunstancias actuales suponen una oportunidad única para empezar una nueva era. Siendo conscientes, claro, de que si nos ayudan hoy para salvar la pandemia, tendremos que seguir sus normas mañana cuando llegue la hora de la reconstrucción. ¿Está dispuesto este Gobierno a aceptar el reto? Pues si no es así, que se ahorre el esfuerzo de pedirla.