EL MUNDO – 14/09/15 – SANTIAGO GONZÁLEZ
· La cosa tiene ya difícil remedio. Después del arranque de campaña en el que el político más menguante y seguramente más menguado de todas las Españas usurpó una fiesta que antaño fue de todos los catalanes a favor de sus intereses partidistas, ya es un no parar.
Las próximas dos semanas vamos a estar entre encuestas y mítines. Las primeras favorecerán discretamente a sus mandantes; en los segundos, los dirigentes van a patear con entusiasmo la lógica, los hechos y hasta sus propios intereses partidarios. El candidato del PP a las elecciones del día 27 en Cataluña ha calificado la cita autonómica como «la más importante de la democracia».
Es un error, una debilidad intelectual de Albiol, que con esta apreciación suscribe la condición de plebiscitarias que el menguante atribuye a las próximas elecciones autonómicas. Albiol debería haber dicho que el reto del día 27 es arrinconar en Cataluña para siempre a quienes han dividido a la sociedad catalana y hasta a la propia coalición mayoritaria en Cataluña desde 1980.
El joven Sánchez citó el lema de los separatistas, Espanya ens roba, para refutarlo: «La realidad es bastante tozuda, ¿no? Quienes roban son personas […] cuyas únicas patrias son Suiza y Andorra y son compañeros de partido, ¡qué casualidad!, de Mariano Rajoy y de Artur Mas», dice el cada día más impresionante secretario general.
Efectivamente, la realidad es tozuda. ¿Recuerdan ustedes el caso Pretoria? La Justicia empitonó a Lluís Prenafeta y Macià Alavedra, dos manos derechas de Pujol. El tercer hombre fue el alcalde socialista de Santa Coloma, Bartomeu Muñoz, al que levantaba el brazo Carme Chacón después de haber dicho en un mitin que «la corrupción está en el ADN del PP».
Fueron 44 los alcaldes de la Federación de Municipios de Cataluña implicados en un feo asunto de corrupción urbanística, el caso Mercurio. El epicentro de la corrupción era Manuel Bustos, alcalde socialista de Sabadell. Luego estaban sus compañeros de partido: Daniel Fernández, secretario de Organización del PSC, los alcaldes de Tarragona, de L’Hospitalet de Llobregat y de Pineda de Mar; había alcaldes de CiU, como los de Reus y Mataró; de Esquerra Republicana, como el de Solsona; del PP, como el de Castelldefels, y de ICV, como la alcaldesa de Santa Perpètua y el de Sant Feliu. De todo esto podemos inferir una vez más que la corrupción es una práctica transversal que afecta por igual a todo fiel cristiano, aunque la mayor parte de ellos eran del PSC en este caso, cuestión que parece ignorar el joven Sánchez. Sin salir del PSC, está el ejecutivo Sala, condenado por el caso Filesa. Es verdad que el PSC no pertenece al PSOE. Tal vez el PSA tampoco.
La incongruencia y la corrupción son siempre los otros, ya se sabe. Éstos son los dos partidos mayores de España. Otro día hablaremos de las menudencias.