- Rabat lleva años forjando alianzas estratégicas y robusteciendo sus Fuerzas Armadas. La prudencia invita a España a ejercer una disuasión política y militar efectiva que nos permita defender nuestros intereses.
La capacidad militar de un país es la suma de muchos factores. Dicha capacidad no se basa sólo en la cantidad y la calidad del armamento y del material del que se dispone, ni del número de tropas que se despliegan. También se debe tener en cuenta el nivel de adiestramiento y pericia de las Fuerzas Armadas, la cantidad y calidad de sus aliados, así como un factor muchas veces olvidado: la voluntad política de sus dirigentes para emplear, y hasta qué extremo, las capacidades militares disponibles. Un aspecto íntimamente relacionado con el apoyo popular del que disfruten esos dirigentes.
Como se puede intuir, esta no es una tarea fácil que arroje resultados matemáticos.
Marruecos lleva más de una década invirtiendo de forma contundente en su poder militar, modernizando y ampliando considerablemente las capacidades de sus Fuerzas Armadas, y forjando fuertes alianzas con actores estratégicos de primer orden, como Estados Unidos e Israel. El creciente reconocimiento internacional de su soberanía sobre el Sáhara Occidental, especialmente a raíz del realizado por Donald Trump, es prueba de su éxito.
Este considerable esfuerzo diplomático y presupuestario incluye también medidas como la de la reactivación del servicio militar obligatorio, un detalle indicativo de la seriedad del rearme marroquí.
Carros de combate Abrams modernizados. La última versión disponible de los helicópteros Apache. Aviones de combate F-16V con avanzados radares tipo AESA. Drones tanto para patrulla como para misiones de inteligencia y de ataque al suelo. Una fragata antiaérea y tres corbetas multipropósito. Lanzacohetes de artillería de largo alcance. Avanzados sistemas antiaéreos de corto, medio y largo alcance. Son sólo algunos de los más importantes materiales adquiridos y puestos en servicio por Marruecos.
Con todo ello, Rabat ha conseguido una posición de fuerza en su enfrentamiento con Argel, apoyada por Moscú. Y no sólo con vistas al Sáhara Occidental, sino a su conversión en potencia regional.
Y mientras tanto, ¿qué hemos hecho en España? En el mismo plazo de tiempo, las Fuerzas Armadas españolas han sufrido, como otras muchas instituciones del Estado, el rigor de unos Presupuestos marcados por una interminable crisis económica y financiera. Esto ha traído consigo una importante pérdida de capacidad y el incumplimiento de los planes de renovación de material obsoleto, aplazados por una década.
«España ha proyectado una clara imagen de debilidad estratégica, que ha comenzado a ser aprovechada por algunos actores internacionales»
Ejemplos representativos serían:
1. La pérdida de la capacidad estratégica de repostaje en vuelo.
2. La pérdida de capacidades antisubmarinas en la Armada y el Ejército del Aire.
3. La baja no recuperada de medios aerotransportados de guerra electrónica.
4. La pérdida de la artillería lanzacohetes.
5. La no renovación de la artillería autopropulsada.
6. La grave amenaza que supone la pérdida de la aviación de combate embarcada.
7. La necesidad de actualización del parque de carros de combate.
8. El retraso en la selección y puesta en servicio del nuevo blindado 8×8.
9. La eternamente atrasada dotación de baterías de misiles para defensa de costas.
10. La insuficiente dotación de munición y misiles.
11. La necesidad de modernizar y/o sustituir la práctica totalidad de los medios de defensa antiaérea, desde los misiles NASAMS, Hawk, Mistral y Patriot (adquiridos de segunda mano a Alemania), hasta los radares de vigilancia del espacio aéreo integrados en una eficaz red de alerta y control, otrora envidia de nuestros aliados.
12. La obsolescencia masiva de material, acelerada por la falta de inversión en adquisición y mantenimiento durante la anterior crisis. Material que, en incontables casos, fue fabricado antes de que naciesen los militares que lo manejan.
Por su parte, la situación política y social en nuestro país se ha visto también sacudida durante el mismo plazo de tiempo, modificando la imagen internacional de España, alterando alianzas estratégicas y debilitando en consecuencia la capacidad de disuasión que como potencia mediana podríamos ejercer en la esfera internacional.
Nuestro peso específico como aliado fiable ha perdido fuerza y hemos proyectado una clara imagen de debilidad estratégica, política y social que ha comenzado a ser aprovechada por algunos actores internacionales. No es casualidad que Marruecos y Argelia formulen ahora reclamaciones territoriales y de otro tipo a España, pues no hacen otra cosa que aprovechar la oportunidad que amablemente les hemos brindado.
Se ha creado en consecuencia una situación altamente indeseable en la esfera estratégica de nuestro país al coincidir en el tiempo la mejora de las capacidades militares de nuestros vecinos norteafricanos con la pérdida de capacidades militares propias. Capacidades que, aunque siguen manteniendo una ventaja global, corren peligro de perderse durante los próximos años si no se toman medidas correctoras.
«El sorprendente cambio de rumbo con respecto al Sáhara no ayuda a modificar las percepciones que Rabat y Argel tienen sobre nuestra voluntad de defender nuestros intereses»
Al mismo tiempo, se observa una clara voluntad política norteafricana de ir más allá en sus reclamaciones, voluntad que no se detecta en Madrid. Nuestro reciente y sorprendente cambio de rumbo con respecto a la soberanía del Sáhara Occidental no ayuda en absoluto a modificar las percepciones que Rabat y Argel tienen sobre nuestra voluntad de defender nuestros intereses.
La anunciada decisión de elevar paulatinamente nuestra inversión en defensa hasta el 2% del PIB debe ser bienvenida, al tiempo que auditada y tomada con cautela.
Porque no hay que invertir sólo en cantidad, sino también en calidad. Los últimos conflictos en el mundo nos han mostrado importantes cambios en la forma de luchar una guerra, y esas lecciones deben aplicarse lo antes posible a los también muy retrasados planes de modernización de las Fuerzas Armadas.
Como una potencia de fuego más atomizada y en la que haya múltiples medios ligeros, baratos pero efectivos, que puedan destruir complejos, pesados y caros sistemas de armas enemigos.
O como una tecnología avanzada de manejo de la información que permita integrar simultáneamente, y de manera cifrada para evitar su intercepción o su alteración por el enemigo, toda la información suministrada por una gran cantidad de ojos y oídos en el campo de batalla.
A ello debe sumarse la adquisición de buques, aviones, misiles y carros de combate, todavía necesarios.
Marruecos lleva años trabajando con gran éxito en el terreno de las alianzas y del refuerzo de sus capacidades militares por alguna razón. Puede ser por Argelia o por el conflicto saharaui, como muchos analistas afirman. Pero la prudencia invita a España a tomar las medidas necesarias para ejercer una disuasión política y militar efectiva que nos permita defender nuestros legítimos derechos ante las reclamaciones de terceros.
No se trata sólo de invertir el 2% en defensa, algo por otro lado necesario, sino de cómo hacerlo. También, de forjar unas alianzas fuertes y mostrar una voluntad política y social inquebrantable en la defensa de lo nuestro. Si no lo logramos, corremos el riesgo de pagar un alto precio por ello.
*** Rodrigo Rodríguez Costa es analista de Seguridad y Defensa.