Ibarretxe ha convocado a los vascos a referéndum para ver si hace un referéndum. Para evitar la redundancia, ha bautizado al primero como «consulta». Consultemos pues a los vascos y a las vascas para ver si quieren que se les pregunte.
Aunque Ibarretxe no fue durante sus estudios universitarios un líder carismático neto, sí se fijó lo bastante en el know how del asamblearismo estudiantil para llevarlo a la práctica una vez convertido en el conductor de su pueblo hacia la tierra prometida: vamos a hacer una asamblea para ver si hacemos una asamblea. Juan Josué Ibarretxe ha convocado a los vascos a referéndum para ver si hace un referéndum. Para evitar la redundancia, ha bautizado al primero como «consulta». Consultemos pues a los vascos y a las vascas para ver si quieren que se les pregunte.
El lehendakari considera que a su invento no le hace falta autorización «al no tratarse de una consulta por vía de referéndum ni ser jurídicamente vinculante». Aun desconociendo a qué puede llamar Ibarretxe «por vía de referéndum», parece que se trata del mismo procedimiento. Ni la Constitución ni la Ley de Referéndum establecen diferencias entre una y otro y, por último, tampoco esta referida modalidad de consulta es vinculante en nuestro ordenamiento jurídico.
Montesquieu describió con toda precisión este asunto en Del espíritu de las leyes: «En un Estado, en una sociedad en la que hay leyes, la libertad sólo puede consistir en poder hacer lo que se debe querer y en no estar obligado a hacer lo que no se debe querer. La libertad es el derecho de hacer todo lo que las leyes permiten, de modo que si un ciudadano pudiera hacer lo que las leyes prohíben, ya no habría libertad, pues los demás tendrían igualmente esta facultad».
Las preguntas del lehendakari parecen inspiradas en la pregunta quebequesa del referéndum del 95. Allá se fueron en calidad de observadores Joseba Egibar y Juan María Ollora para estudiar cómo respondían los interrogados a la siguiente pregunta: «¿Aceptaría usted que Québec llegue a ser soberano tras haber ofrecido formalmente a Canadá una nueva asociación económica y política, en el marco del Proyecto de ley sobre el Futuro de Québec y del acuerdo firmado el 12 de junio de 1995?».
Fue entonces cuando el Gobierno de Canadá elaboró la Ley de la Claridad, cuyos fundamentos son los siguientes: en un referéndum autodeterminista, la pregunta ha de ser clara; la mayoría, cualificada; la eventual independencia iría acompañada de una negociación económica en la que el territorio a independizar pagara el precio de la libertad y el territorio independizado admitiría el mismo principio para cualquier parte. El lehendakari siempre se ha inspirado muy libremente en sus modelos: «¿Alguna vez han oído decir al Gobierno británico que van a emplear la Justicia y la Policía para impedir que la sociedad de Escocia se pronuncie?».
No. Le hemos visto hacer. El Gobierno británico suspendió cuatro veces la autonomía del Ulster que los nacionalistas vascos invocan como modelo. La última suspensión, decretada el 14 de octubre de 2002, duró hasta el 8 de mayo de 2007. Es decir, cuatro años, seis meses y 24 días.
Woody Allen tenía un recuerdo personal intercambiable con los republicanos irlandeses respecto a la madrastra británica: «Siempre he tenido buenas relaciones con mis padres. Me pegaban muy poco. De hecho, me parece que sólo me pegaron una vez durante toda mi infancia. Empezaron el 23 de diciembre de 1942 y acabaron en la primavera de 1944».
El lehendakari debería sustituir su plan por una encuesta de su Gabinete de Prospecciones Sociológicas, que es la continuación de la política por otros medios, un arma biológica temible, capaz de hacer una encuesta entre el empresariado vasco en el que este colectivo se manifieste mayormente trotskista y partidario de la autodeterminación. Es más barato, más gratificante e inocuo a efectos de convivencia.
Santiago González, EL MUNDO, 30/5/2008