Aunque el final de Succession, la mejor y más shakespeariana serie de televisión de la última década, deja abierto el debate de cuál es el más repulsivo de los cuatro hijos del patriarca Logan Roy, parece haber cierto consenso entre los seguidores de la serie en que el más patético de todos ellos es el vástago mayor del clan, Connor Roy.
succession clip connor roy tells brother kendall roy “I’m not saying I would make a better CEO, that’s unsaid-” kendall cuts him off to point out “it’s not unsaid when you say it” prompting connor to explain “no, I’m saying I’m not saying it, so, in fact, it is unsaid” pic.twitter.com/aPs5YJ6rCd
— succession clips and reaction videos (@successionreact) September 7, 2021
Connor Roy es un personaje tan grotesco como merecedor de lástima. Es uno de los cuatro hijos multimillonarios del mayor empresario de medios de comunicación de los Estados Unidos y no se le conoce experiencia laboral alguna, pero aspira a la presidencia de su país como candidato independiente y tercero en discordia frente al candidato demócrata y el republicano.
Connor llama a sus seguidores coneheads (un juego de palabras con su nombre y cuya traducción literal sería cabezaconos) y se siente identificado con Napoleón, probablemente porque cree que, como el corso, él también llegará a lo más alto partiendo de la nada. Siendo la nada su condición de cuarto hijo de cuatro en las simpatías de un padre que, ciertamente, siente poco o ningún cariño por sus hijos.
La pareja de Connor es una prostituta que está con él por dinero, aunque la serie parece insinuar un cierto rastro de amor, o más bien de cariño por piedad, de ella hacia él. Los millones que Connor invierte en financiar las fantasías actorales de ella explican parte de ese cariño, pero no todo: que la prostituta que no tiene nada sienta lástima por el heredero multimillonario que lo tiene todo es uno de los más ácidos chistes de la serie.
Connor Roy sobrevalora su potencial político, intoxicado por un equipo de asesores que cobran por decirle lo que quiere oír y que alimentan sus ridículas aspiraciones políticas.
En la cuarta temporada de la serie, tras cientos de millones derrochados en una carrera electoral peripatética, varias idas y venidas, y algunas negociaciones gestionadas como sólo las gestionaría un redomado imbécil infatuado, Connor anuncia su abandono y cede su apoyo al candidato de extrema derecha Jeryd Mencken (un trasunto de Donald Trump) a cambio del puesto de embajador en Eslovenia.
Connor Roy existe en la vida real y se llama Robert F. Kennedy.
Robert F. Kennedy ha anunciado que abandona la carrera presidencial y le cede a Donald Trump ese 2-7% del voto que le vaticinan los sondeos.
No era su única opción. Como ha explicado su compañera de ticket electoral, Nicole Shanahan, abogada multimillonaria gracias a su divorcio de uno de los fundadores de Google, Sergey Brin, Robert F. Kennedy sopesaba también la posibilidad de seguir en la carrera electoral para incrementar sus opciones de cara a 2028.
Pero finalmente ha decidido abandonar y prestarle su apoyo a Trump.
Los paralelismos con Connor Roy están ahí.
Como Connor Roy, Robert F. Kennedy tampoco tiene ninguna posibilidad de llegar a presidente.
Como Connor Roy, Robert F. Kennedy también sobrevalora su tirón electoral. Los candidatos independientes, y esto ha sido una constante en todas las elecciones, suelen obtener en las urnas unos resultados muy inferiores a los que vaticinan los sondeos.
Como Connor Roy, Robert F. Kennedy también carece de un programa con pies y cabeza, más allá de su desprecio por la industria farmacéutica, alimentado por el conspiracionismo antivacunas, y un difuso libertarismo en línea con el de Milei.
Como Connor Roy, Robert F. Kennedy renuncia en favor del candidato «de extrema derecha», en este caso Donald Trump.
Y como Connor Roy, Robert F. Kennedy también lo hace, presuntamente, a cambio de algún cargo de mediana o escasa importancia en el futuro gabinete de Trump.
Robert F. Kennedy, hijo de Bobby Kennedy y por tanto sobrino de JFK, es también el protagonista de una anécdota que podría haber formado parte del guion de Succession.
En 2014, Robert F. Kennedy conducía junto a unos amigos por el valle del río Hudson, al norte del estado de Nueva York, cuando una mujer que conducía una camioneta a unos metros de ellos atropelló a un osezno y lo mató.
Robert F. Kennedy bajó de su vehículo y recogió al osezno con la intención de comérselo, algo que es legal en ese estado.
Pero, en vez de ello, se fue a cenar «a un restaurante de carnes de Nueva York».
Tras la cena, Robert F. Kennedy tenía programado un vuelo, pero recordó que tenía un osezno muerto en la parte trasera de su camioneta. Así que lo abandonó en Central Park y le puso una bicicleta encima para que los responsables del parque creyeran que alguien lo había atropellado.
El desconcierto entre los trabajadores del parque fue total (en Central Park no hay osos) y alimentó las fantasías de los neoyorquinos durante semanas, por no decir años.
Robert F. Kennedy lo confesó todo hace sólo unas semanas frente a Roseanne Barr, la actriz seguidora de Donald Trump que fue condenada a la muerte civil por el progresismo tras escribir un chiste racista en 2018. Robert F. Kennedy lo hizo porque sabía que el semanario NewYorker tenía la historia y se disponía a publicarla en breve, así que esa fue su manera de desactivar el potencial escándalo.
Looking forward to seeing how you spin this one, @NewYorker… pic.twitter.com/G13taEGzba
— Robert F. Kennedy Jr (@RobertKennedyJr) August 4, 2024
Donald Trump está por supuesto encantado de que Robert F. Kennedy le ceda sus votantes. En unas elecciones tan ajustadas como las que se prevén en noviembre, el 2-7% de los votos que le vaticinan los sondeos al heredero del clan Kennedy podría decantar el resultado en favor de los republicanos. Sería la perfecta venganza de todos los Connor Roy del planeta.
En Succession, el candidato de extrema derecha acaba ganando las elecciones presidenciales con polémica y tras la manipulación de los resultados por parte de la televisión de los Roy con una maniobra con la que estos ni quitan ni ponen rey, pero ayudan a su señor. La serie, eso sí, deja abierta la posibilidad de una larga batalla legal por los resultados en uno de los estados bisagra clave.
Que nadie descarte la posibilidad de que en noviembre la vida acabe imitando al arte de nuevo. Por si acaso, yo iría recuperando la cuarta temporada de la serie. Está todo ahí.