Será difícil recuperar la confianza, pero el resultado de la reunión de ayer es un paso positivo. La idea de «la soledad del PP» frente al proceso no era buena para el Gobierno, porque reflejaba su propia soledad. Ofrecer a los terroristas la ventaja del desacuerdo con la oposición fue un factor objetivo de riesgo para el proceso negociador. Y para el presidente.
La reunión entre el presidente del Gobierno y el líder de la Oposición tuvo un final mejor del que cabía esperar. Rajoy ofreció a Zapatero el apoyo del PP «para derrotar a ETA» y nada más que para derrotar al terrorismo, tal como repitió hasta en siete ocasiones a la largo de su intervención posterior ante los medios.
Es lógico. Pese a los adeptos que tiene entre nosotros el deber de apoyar incondicionalmente al Gobierno, «aunque se equivoque», por decirlo con una infortunada expresión de Felipe González, lo normal es que la unidad frente al terrorismo tenga un objetivo, esté precedida por el acuerdo. Lo explicó muy razonablemente Joaquín Almunia, secretario general del PSOE el 1 de octubre de 1998, al salir de su segunda reunión con Aznar tras la declaración de la tregua de ETA del 16 de septiembre: «Los socialistas no vamos a tener una actitud seguidista haga lo que haga el Gobierno. Nuestro deseo es coincidir, pero la coincidencia debe basarse en posiciones asumibles por todos, no en planteamientos hechos por unos y seguidos por otros. Esa no sería forma de llegar a un auténtico consenso».
La respuesta del Gobierno, que corrió a cargo de la vicepresidenta, tuvo un lenguaje inhabitual en los últimos tiempos. Fernández de la Vega enunció una docena de veces las expresiones «derrotar a ETA», «acabar con la violencia terrorista», «luchar contra el terrorismo» y otras expresiones del mismo campo semántico.
Habrá que esperar para saber si las palabras tienen en este caso un significado unívoco y si la vicepresidenta expuso la cuestión en los mismos términos en que la entiende el presidente. Es inevitable recordar su ambigüedad tras el atentado de la T4, al declarar «suspendido el proceso». En términos mucho más rotundos se expresó el ministro del Interior: «No hay proceso. ETA lo ha liquidado, lo ha roto, ha acabado con él». Después supimos que no era cierto, que han seguido reuniéndose tras el atentado. Tras su desafortunada entrevista del jueves con Iñaki Gabilondo, tal vez la ocasión habría exigido su comparecencia para valorar el encuentro con Rajoy.
Será difícil recuperar la confianza. La manera de conducir el proceso que ha tenido el presidente Zapatero no es una invitación irresistible a ello, pero es un paso positivo el resultado de la reunión de ayer. La idea de «la soledad del PP» frente al proceso no era buena para el Gobierno, porque reflejaba su propia soledad. El 17 de mayo de 2005, el presidente liquidó el Pacto Antiterrorista en el Congreso, al cambiar la estrategia de la derrota por la negociación y sustituir a un socio mayoritario (148 escaños) por unos socios nuevos que sumaban un total de 38 diputados y ofrecer a los terroristas una ventaja que ningún otro presidente les había dado antes: la falta de acuerdo con el principal partido de la oposición. Era un factor objetivo de riesgo para el proceso negociador. Y para él mismo.
Santiago González, EL CORREO, 12/6/2007