- El Supremo apunta a Presidencia del Gobierno en el caso de guerra sucia de Ortiz. ¿Y de quién depende Presidencia del Gobierno? «Pues ya está…»
La noticia de que el fiscal general del Estado se sentará en el banquillo sorprendió en Niza al que lo nombró y lo sostiene incluso cuando va camino de sentarse en el banquillo de los golfos apandadores. Sánchez, que no gobierna y se ha convertido en una especie de comentarista de la actualidad, falconeó hasta la coqueta ciudad de la Costa Azul para salvar los océanos, en una de esas cumbres de la ONU que al final no salvan ni a un múgil.
Mi Persona se paseó por Niza escuchando cómo están los mares con un rostro teatrero de máxima pesadumbre y pinganillo calado en la oreja (debe ser para no perder la práctica). Nada habló sin embargo el gran líder «progresista» sobre su fiscal, uno de los muchos cachalotes que están haciendo zozobrar la baqueteada nave del Gobierno. La enviada especial de TVE intentó hacer su trabajo, un mérito en el entorno del NODO, y trató de recabar su opinión sobre García Ortiz. Pero Peter activó el MCP (Modo Conejo de Paiporta) y se dio el piro sin decir ni pío. El hecho de que un fiscal general sea procesado por primera vez en la historia de España no le merece comentario alguno. Es más urgente perorar sobre los microplásticos oceánicos.
El juez instructor del Supremo, cuya labor ha sido rápidamente desacreditada por el ministro de Justicia y otros miembros del Ejecutivo, señala en su auto que García Ortiz y su cómplice, la fiscal «cianurito», actuaron «por indicaciones de Presidencia del Gobierno». Esa frase es capital. Da una nueva dimensión, todavía muchísimo más grave, a este caso de guerra sucia política. Parafraseando al propio Sánchez cuando remarcó su mando sobre el fiscal en una sonada entrevista de 2019, podemos preguntarnos: ¿Y de quién depende Presidencia del Gobierno? «Pues eso…».
El fiscal general le debe muchos favores al PSOE en su fulgurante promoción. El fiscal general tiene simpatías ideológicas de izquierdas. El fiscal general puede ser incluso un hooligan socialista desatado… Pero aún así, nadie se lanza a hacer la golfada que acometió García Ortiz si no ha recibido la orden de un superior. ¿Y a dónde apuntan todos los indicios? ¿Quién era la X que mantenía una dura liza con Ayuso y podía tener interés en machacarla con operaciones ilegales de guerra sucia política? Parafraseamos de nuevo a Sánchez: «Pues eso…».
El Caso García Ortiz es el Caso Sánchez, como lo son los de la mujer y el hermano, pues no se enchufaron a sí mismos en la Diputación y en la aventura como catedrática extraordinaria. Tuvo que existir un dedazo superior que se movió para que fuesen favorecidos solo por ser quienes eran. ¿Y quién ostentaba un poder capaz de mover las voluntades que se requerían? Recurrimos por tercera vez al magisterio del propio Sánchez: «Pues eso…».
No soy jurista, soy un lego en la materia. Pero a tenor de todo lo que está aflorando, me resulta cada vez más insólito que nadie se plantee promover una denuncia bien fundamentada contra la X que ha estado detrás de todos estos vidriosos acontecimientos. En mi perfecta burramia incluso me parece bastante ilegal que un político que ocupa la presidencia del Gobierno de España organice reuniones en el extranjero con un fugitivo de la justicia española, en las que además se toman decisiones que atañen a los intereses de todos los ciudadanos. ¿En qué otro país del mundo el presidente conspira con los fugitivos en lugar de trabajar para detenerlos?
Hay un Caso Sánchez. Y es una de las razones por las que se aferra al poder, que se ha convertido ya para él en el último parapeto frente a la justicia. Sería estupendo que alguien con agallas y conocimiento jurídico se atreviese a dar el paso e intentase ponerle el cascabel al gato en la cancha de los tribunales. Acabaremos viéndolo, en especial si pierde el poder. Ha arriesgado demasiado como para que al final no ocurra nada.