LUIS VENTOSO – ABC – 07/01/17
· Aunque es pecado decirlo, en España se vive de traca.
Un amigo al que admiro suele repetir esta aguda frase: «Lo malo de la autocrítica es que los demás se la creen». Cierto. Si te dedicas a poner pingando todo lo tuyo, lo normal es que los observadores externos acaben infravalorándote, con los daños que ello acarrea para quien no ha sabido vender su paño. Descuartizar lo nuestro es un tic español. Otros países, tal vez con menos de lo que fachendear, se abonan a la hipérbole y acaban proyectando en el mundo una imagen lustrosa, que les otorga lo que llaman «poder blando».
Ayer el venerable «The Times», fundado hace 231 años, abrió su portada afirmando que «Gran Bretaña fue la economía top del mundo en 2016». El texto explicaba que el país «acaba el año como la más fuerte de las economías avanzadas», al haber crecido un 2,2%. La información, que sin duda encandilará al público entregado al subidón nacionalista del Brexit, solo presenta un problema: es una patraña. España, que me temo es también una «economía avanzada», creció un punto más: un 3,3%. Pero en la prensa española, salvo excepciones como ABC, las buenas noticias no son noticia. Por ejemplo, si se registra la mayor caída anual del paro de la historia, como acaba de ocurrir, lo fetén es añadir toda suerte de objeciones, hasta convertir el éxito en un desdoro.
En España, y sé que es pecado decirlo, se vive de traca. Un par de noticias británicas también de ayer (estas en páginas interiores): 1.- Los suicidios se disparan, hasta el punto de que el Gobierno prepara un plan para atajarlos. 2.- Medio millón de mayores de 60 años se pasan todo el día solos y otro medio millón no hablan con nadie en cinco días. Tenemos un país formidable y una estancia inglesa ayuda a reconocerlo, empezando por el clima (¡en España hay luz!).
El peor supermercado de barrio de La Coruña ofrece un pescado de élite comparado con el londinense. Un piso de protección oficial de un barrio de Zaragoza, Madrid o Barcelona le da unas vueltas en confort y servicios a uno normal del centro de Londres, que cuesta un ojo de la cara. El wifi de BT es una castaña comparado con el de Telefónica. El afamado metro de Londres resulta incómodo y sucio frente al bilbaíno o el madrileño (esos asientos de moqueta british con grasilla brillante…). El AVE directamente no existe y las carreteras del interior del país son las de nuestras pesadillas del siglo pasado. La vida familiar tiende a gélida y la soledad de los ancianos semeja una epidemia. Jamás se dice, pero la mayoría de los partidos de la gloriosa Premier son una plomada de discutible calidad.
Ayer me reía viendo en la BBC la siguiente noticia: un reportero martilleaba las columnas megalíticas de Stonehenge y aseguraba que sonaba un eco que podría significar algo. Marketing constante. Ensalzamiento sin tregua del patrimonio propio. ¿Qué no harían con Altamira, la mezquita de Córdoba, las catedrales de Burgos y León, la Sagrada Familia…? ¿Y con una riqueza ecológica como la española? ¿Y con el rioja y el albariño? Se venden y el mundo les cree. Sería útil dejar de hacer el gili. Me encanta Inglaterra, pero prueben a vivir un año en Hull y otro en Cádiz y después me cuentan qué prefieren…
LUIS VENTOSO – ABC – 07/01/17