Un rosario de episodios tenebrosos sacuden la campaña electoral del PSOE, acogotado por el escándalo y atenazado en los juzgados. Sánchez, para disimular, habla del ‘orgullo rojo’
En un arrebato de desesperación, invocó Pedro Sánchez al ‘orgullo rojo’ a su paso por Almería. Como si tal cosa existiera, el ‘orgullo’, no Almería, un inmenso coral. Más suena a título de película de Dom Siegel que a épico atributo de una izquierda que nunca existió. El único orgullo bermellón del que por aquí se tiene noticia es el que le aplicó Luis Aragonés a la selección nacional. ‘La roja’. Como Sánchez parece vivir en ese ‘planeta B’ que, según los ecologistas, no existe, está convencido de que por aquí pulula una cuadrilla de espartacos del progreso, gladiadores conta la extrema derecha, que le sacarán las castañas del fuego en la cita con las urnas andaluzas..
Más que roja, la izquierda española ha recuperado ese desagradable color de inmundicia que le caracterizó en los tiempos negros del felipismo. El BOE, los huérfanos de la Guardia Civil y todo aquello. Ese tono desagradable, como la tez de aquel infernal Lakatos de la Confesión de un asesino de Joseph Roth.
Emerge ahora por el lado siniestro del tablero un sin fin de episodios innobles llamados a derribar esa exhibición del ‘orgullo’ y, al tiempo, a descuadrar el manoseado arquetipo de una derecha irremediablemente corrupta y una izquierda adornada de todas las virtudes, en especial la honorabilidad y la transparencia.
No hay que recurrir a pretéritos episodios reflejados en las cintas del famoso comisario con protagonistas que ya pasaron a mejor vida lejos de la política. Lo que zarandea a Ferraz está ocurriendo ahora mismo. Noticias frescas. El último caso, desvelado por El Mundo, se desarrolla en Baleares y salpica directamente a colaboradores de la presidenta socialista Francina Armengol. Un tráfago de licitaciones de puertos deportivos señala a un exconsejero, a un alcalde, al expresidente de la Autoridad Portuaria, que tiempo ha ingresó en prisión y, de rebote, a José Luis Ábalos y José Blanco, exministros ambos socialistas, ambos de Fomento y muy citados en las conversaciones portuarias ahora conocidas. La presidenta lo niega todo. Las grabaciones comprometidas se amontonan. «Mentir es propio de siervos,» le recordaría Apolonio a la ilustre dama.
Otra vez Ábalos como telón de fondo de los manejos. Aquí, es natural, ya que se trata de su tierra, donde controló el aparato del partido con mano firme. Fondos para sufragar la campaña del PSOE era el objetivo de la trama
Ximo Puig, también presidente socialista, en su caso de la Comunidad Valenciana, vive momentos de enorme intensidad judicial. Está rodeado de tenebrosos affaires por todos lados. Está imputado su hermano por subvenciones irregulares y hasta aparece su hijo por palmario nepotismo, quizás ilegal. Al tiempo, ha resucitado el ‘caso Azud’, de mayores dimensiones, antaño atribuido en exclusiva al PP (sabido es que cuanto de perverso ocurría en la región levantina se le atribuía a Rita y Camps) y ahora se aproxima a la antesala del despacho del presidente. Millones de euros cambiaban subrepticiamente de manos en operaciones con perfiles delictivos como cohecho, falsedad documental, soborno y demás lindezas. Hay una lista de sospechosos muy notables, próximos a Puig, con el subdelegado del Gobierno, Rafael Rubio, a la cabeza. Otra vez Ábalos como telón de fondo de los manejos. Aquí, es natural, ya que se trata de su tierra, donde controló el aparato del partido con mano firme. Fondos para sufragar campañas del PSOE era el objetivo de la trama amen de otros dineros que se quedaban por el camino.
Sin abandonar la zona, obligado es hacer referencia al pestilente asunto que ha convertido a la vicepresidenta Mónica Oltra, irremediable primera actriz de uno de un repulsivo asunto. La líder de Compromís, socia y baluarte del ejecutivo socialista, se agita contra la acción de la Justicia que la tiene acorralada por el caso de los abusos a una menor tutelada con su exposo como protagonista. Sus entrañables compañeros le presionan para que abandone. El episodio se encuentra a muy escaso metros de una resolución judicial. Ximo empieza a estar más chamuscado que el sobaco de una aspiradora.
El PP ya ha penado y pagado sus excesos. Perdió la Moncloa, jubiló a toda una generación política, renovó sus mandos y presenta ahora una estampa decente
Dos pasos más allá por la izquierda, aparece Íñigo Errejón, líder de la pandilla del peronismo chic, antiguo compañero de correrías de Pablo Iglesias, y atribulado ahora por el amontonamiento de una serie de situaciones enojosas. Primero, la denuncia de la constitución tramposa y ficticia de su partido Más Madrid, una tropelía que evidencia el espíritu marrullero del beneficiario de aquellas becas truchas de la Universidad malagueña. Y ahora se conoce también el sistema de donaciones ‘obligatorias’, valga el oxímoron, para apuntalar la estructura económica de la camarilla de progreso. Mediante este procedimiento de extracción de fondos a los cuadros menos relevantes se logró reunir gran parte de los 550.000 euros que costó el escaño del espabilado Errejón en representación de Más país. El asunto, denunciado desde dentro, fuego amigo, está en el Tribunal de Cuentas.
Lo más reciente. La compañía Plus Ultra, bien conocida de nuestros lectores, ha sido imputada por la titular del Juzgado número 15 por los 53 millones de euros de ayuda recibidos por parte del Gobierno de Pedro Sánchez. La Justicia avanza. Y Bolaños, llama por el juez del Pegasus para explicar lo del extraño caso de los teléfonos espiados, con Marruecos al fondo. Y la reactivación de las andanzas de Gali, el líder del Polisario, en aquella indigesta romería por tierras navarras y riojanas.
La lista de episodios poco dignos en la inmaculada izquierda se amontonan por días, casi por horas. Este fétido rastro no se comparece, desde luego, con el ‘orgullo rojo’ al que invoca Sánchez. Más le valdría al presidente sugerir a los suyos que eviten hablar de corrupción durante estos días apacibles de campaña en el Sur. Primero, porque el PP ya ha penado y pagado sus excesos. Perdió la Moncloa, jubiló a toda una generación política, renovó sus mandos y presenta ahora una estampa decente. En segundo lugar, porque empieza a resultar complicado encontrar alguna comunidad que el progrsidad gobernante no haya convertido en territorio de saqueo, al más puro estilo del pujolismo. El caso es que, como decía Aron, aunque apeste, «la izquierda puede estar equivocada, pero la derecha nunca puede tener razón».