El único nombre del juego es ‘cuándo acabará todo esto‘. Hasta cuándo Sánchez, hasta cuándo este estado de excepción, hasta cuándo este gobierno sin leyes, este Parlamento dislocado, este escenario abstruso. El puente de mando de Moncloa parece la nave de los locos, sin más rumbo que mantenerse dificultosamente a flote, ni más destino que cumplir un día más.
«Hay Gobierno para largo» (¿Caballero?, by Alsina), sentenció el presidente esta semana en el Congreso. Ya lo había dicho antes, más por confusión que por ofuscación. Su proyecto es mantenerse, cumplir la Legislatura. «Hasta el 27», es la consigna. No toca elecciones hasta las de Castilla la Vieja en febrero de 2026, por lo tanto no se prevén sobresaltos inmediatos.
La izquierda se desinfla
Será un tránsito pesaroso, con momentos endiablados. Trompadas en el Congreso, trifulcas internacionales, agobios judiciales, sudores económicos… A los diputados socialistas, tan bravucones de suyo, se les ha puesto cara de piloto japonés en Midway. La maldita oposición ya les ha derribado 35 iniciativas en esta legislatura. Lo que viene será peor. Junts ha vuelto a sus orígenes, ha saltado el muro y se ha ido a su sitio, a la derecha. Bueno, lo herederos del sumo defraudador Pujol son más de la caverna. Es uno de los partidos mas reaccionarios de Europa pero les hacía «ilu» que los metieran en el bloque del progreso. Cosas. Con el Parlamento de nalgas, Frankenstein temblando como Motos ante las audiencias, Sánchez proclama que seguirá gobernando ‘con o sin el apoyo del poder legislativo’. ¿Quién necesita leyes? ¿Quién sueña con Presupuestos? Se prorrogan los actuales y ya está. «Hay dinero para gestionar sin necesidad de mendigar en el Parlamento», sentenciaba un escriba del diario del movimiento. Hay miles de millones de los fondos europeos para poner en marcha proyectos, para sacar adelante reformas, para seguir hacia adelante. Y contaba uno de los fontaneros del Ala Oeste: «Es espectacular la cantidad de dinero que se reparte cada semana en las reuniones de los jueves de secretarios y subsecretarios». Tienen pasta pa asar dos o tres vacas.
El Gobierno no gobierna. Ocupa sus despachos, cacarea consignas y cobra a fin de mes. ¿Qué más queréis, estúpidos?, piensa Pedro, que ya tiene preparada su operación limpieza
Una cantinela que recuerda lo que recitaba Isabel Rodríguez en junio del 22, a un grupete de damas rurales amén de manchegas, cuando era portavoz del Ejecutivo. «Hay mucho dinero que gastar, tenemos ideas, tenemos planes, de modo que manos a la obra y a gastar». Úrsula no le niega nada a Pedro. Bruselas proveerá. Miriam Nogueras, el látigo de Junts, lo desveló sin tapujos: «Europa les dice que tienen 40.000 millones más este año. Pero no explican cómo lo repartirán. Han decidido que se quedan con el 95 por ciento, unos 35.000 millones y no aclaran qué harán con ellos. A Cataluña no llegan ni cien millones». Esto último no es exactamente así, pero valga como licencia reivindicativa del grupo que en mayores apuros está poniendo el Gobierno en estas semanas.
Ni siquiera el plan para cerrar medios incómodos ha desplazado del centro del debate la gran cuestión: ¿Hasta cuándo, Pedro? En el PSOE circulan con insistencia quinielas sobre el asunto. Nadie piensa en una moción de censura de Junts con PP y Vox por más cabreado que esté el de Waterloo. «Ya se le pasará en octubre, cuando le confirme al frente del partido». El problema para el PSOE es que tiene demasiados frentes abiertos y las tormentas no amainan. La capacidad de resistencia que exhibe su líder como marca de la casa ha dejado paso a una creciente exhibición de debilidad. Un desgaste feroz que aniquila el ánimo y acogota voluntades. El Gobierno no gobierna. Ocupa sus despachos, cacarea consignas y cobra a fin de mes. ¿Qué más queréis, estúpidos?, piensa Pedro, que ya tiene preparada su operación limpieza para el jamboree de noviembre. No sobrevivirán ni tres barones, comentan en las casitas del pueblo, desbordadas de conjuras y maldiciones.
La oposición reclama convocar ya, pero no se lo cree. ¿Dónde va a estar Sánchez que más le den? Una gran mansión como residencia, dos palacetes vacacionales, aviones, helicópteros, automóviles, cientos de guardias de seguridad, secretarias, chóferes, camareros, cocineros, mucamas, todos los gastos pagos… y, no se olvide, un aforamiento por lo que pueda pasar con el juez Peinado. El día 30 del corriente se decide su continuidad en la causa Begoña.
Atención a un Maduro muy cabreado
Sánchez se considera eterno. Ni tiene delfín, como aquí explicaba Souto, ni piensa en su salida. Es incapaz de imaginarse fuera de La Moncloa. En sus filas late un escepticismo mayor. Más que un Ejecutivo es una mole inerte, inmóvil como el flequillo de Illa, inútil como la neurona de Yolanda, un mamotreto absurdo aferrado al gasto y rendido a los pies de su caudillo. ¿Hasta cuándo? ¿Cuánto durará el suplicio?, musita acongojada la militancia socialista, que no comulga con la teoría de que, como hay dinero, esto es eterno y no hay forma de montarles una mayoría alternativa. Sánchez no piensa adelantar, es sabido. Ni siquiera aunque la instrucción del caso Begoña le fuera adversa. De la misma forma que seguirá en sus funciones un fiscal general del Estado luego de ser imputado (ya llega el Supremo), tampoco habrá conmoción si su cónyuge toma asiento en el banquillo y su hermano es convocado ante la juez de Badajoz para explicar sus decenas de trampas. ¿Y…? ¿Pasa algo? Ya lo advirtieron, togados fachas, lawfare en los juzgados, conspiraciones de ultraderecha y bulos fangosos. Han tejido una malla de protección ante cualquier desastre, una coartada para cada acusación. Ocurra lo que ocurra, nada tendrá más consecuencias que el estornudo de un jilguero.
Las trampas de Zapatero
Ni Peinado ni Puigdemont le van a mover de la silla. Tan sólo podría sucumbir ante un cimbronazo de Maduro, que tiene a medio PSOE agarrado por el forúnculo que más duele. Por más torpezas que ejecute Albares, (ni los andares) y por más trampas que enjarete Zapatero, no parece que el dictador sanguinario vaya a provocar ese descomunal terremoto que sacuda desde el Caribe hasta la Moncloa.
Al Gobierno se le ha puesto cara de reo en el corredor sin retorno. En el partido están a la espera de la anunciada degollina de noviembre. Sánchez aparenta tranquilidad. Va al cine con su esposa (ella dos pasos detrás, como los mojamés), acude por segunda vez a un museo (la primera fue el del Prado, cuando la OTAN), viaja sin freno y hace burlas a los caciques autonómicos del PP. El más dilatado de sus planes no va más allá de lo que pueda ocurrir mañana. El resto está por escribir. «Abjuré de mi honor, traicioné a todos, compré conciencias, me resigno a la infamia». JLB. ¿Convoca o no convoca?