Esas fantasías

EL MUNDO 14/11/13
ARCADI ESPADA

Desde Israel el presidente de la Generalitat ha dicho que él no es nazi. Bien está. Evidentemente nadie en sus cabales le ha llamado nunca nazi. Aludiendo a ese supuesto adjetivo el presidente practica la falacia del hombre de paja, que consiste no en rebatir los argumentos, sino su estúpida caricatura. Además ha alertado, respecto de los presuntos insultos que soporta, contra la banalización del nazismo. Lo ha hecho en la Sala de los Nombres, bajo la conmovedora cúpula del museo del Holocausto: que el presidente se haya atrevido a hablar en voz alta de sus fantasías masoquistas sí supone una banalización del Holocausto y una afrenta a las víctimas. A esa sala, como a cualquier otro de los lieu de mémoire judíos, se va a callar, a pensar y a comportarse como un hombre educado; y no a vociferar frívolamente con el estrambote yo también he sufrido mucho. El nacionalismo, que sólo es una violenta euforización del ego colectivo, da estas patologías, y hay que ser comprensivo; pero la piedad moral e intelectual que inspiran los gestos del presidente no obliga a silenciarlos. Es injusto que los periódicos vayan llenos de reproches al sandio sandalio que se la sacó la otra tarde en el parlamento catalán, mientras el escarnio del presidente pasa inmaculado por los titulares, vestido con sus más falsas galas victimistas.
La reacción de los nacionalistas cuando cualquiera detalla sus obvias conexiones ideológicas (y alguna práctica, como el infame registro de adhesiones que trató de poner en marcha su gobierno) con el nazismo tiene una explicación que va más allá de la obvia molestia que supone ser asimilado, en más de un rasgo, con lo peor del mundo. Cuando Mas dice en Israel que el pueblo catalán fue la víctima de Franco busca una identificación con el par judíos/Hitler que, por lo demás, no es nueva en el nacionalismo. Una identificación intolerable con las víctimas del genocidio. Porque mientras los judíos europeos murieron a causa de ser judíos, con independencia de cualquier otra conducta que mantuvieran, muchos catalanes no solo no fueron víctimas en la guerra civil, sino verdugos. No solo no sufrieron la dictadura de Franco, sino que la financiaron. Todo ello, bien entendido, en el caso de que no se les aplique la metodología genocida de despojarlos de su humanidad y de Cambó abajo se considere que ni fueron catalanes ni quisieron serlo.