LUIS VENTOSO-EL DEBATE
  • «Hemos presentado en el día de hoy una moción de censura para recuperar la dignidad de nuestra democracia», clama el líder de la oposición
España es un caldera hirviendo. Los telediarios están copados por los escándalos de un Gobierno embadurnado de lodo. Tertulianos de todos los colores se ponen por una vez de acuerdo y coinciden en que esto ya es demasiado, que hay que pasar página y limpiar las instituciones. Ferreras, Risto, Intxaurrondo, Wyoming y Fortes señalan escandalizados en sus programas la desfachatez insoportable del presidente del Gobierno y su partido. La oposición, lógicamente, solo habla de estos desmanes y anuncia una inmediata moción de censura. Hasta los partidos separatistas y los nacionalistas «aprovechateguis» lamentan la corrupción y Rufián hace un show en el Congreso enseñando unas esposas.
¿Qué ha pasado? ¿Por qué está tan soliviantada España, muy especialmente su izquierda? La situación es ciertamente escandalosa. Resulta que el presidente Mariano tiene un hermano que es director de orquesta. Como el hombre no encontraba curro, el PP lo ha enchufado a dedazo en la Diputación de Pontevedra. La cosa no termina ahí. El hermanísimo no va por la oficina y en teoría teletrabaja desde Vilanova de Cerveira, al otro lado del Miño, en Portugal, donde paga sus impuestos. El hermano se dedica a hacer óperas frikis para la Diputación de Pontevedra, de una sola función y apoyadas por su hermano con fondos europeos.
Pero hay más. En el Ministerio de Obra Públicas, que ocupaba un ministro que era el número 2 del PP y mano derecha del presidente Mariano, se ha descubierto una trama de corrupción para comprar a sobreprecio material sanitario, a veces incluso sin siquiera adquirirlo. Y según un informe de la Guardia Civil, resulta que con lo grande que es la Península Ibérica se da la casualidad de que parte del dinero de esas mordidas se escondió en sociedades radicadas en el pequeño pueblo portugués donde vive y paga impuestos el hermano del presidente Mariano. Risto y Ferreras han enviado allá una nube de reporteros y se preguntan en sus programas con muecas de máxima agudeza: «¿Existen las casualidades?».
Los escándalos no acaban aquí. La mujer del viejo Mariano, Viri, se dedica a escribir cartas de recomendación a empresas que luego –¡oh casualidad!– resultan agraciadas con contratos del Gobierno. También se ha revelado que el Ejecutivo de Mariano contrató con una firma en la que la mujer del presidente era accionista y que su Gobierno aportó ayudas a un proyecto de otra empresa en el que Viri dirigía uno de sus apartados. Es decir, ¡Mariano dio pasta a un proyecto de su propia mujer, que además lo presentó sin cortarse en un acto público al lado de miembros de un ministerio! (de lo cual existe un vídeo). Uff… Ferreras, Risto, Intxaurrondo y Fortes braman en arameo y no paran de reproducir esas imágenes.
Mientras se habla de todo esto, una mañana la policía irrumpe en una consejería del Gobierno de Canarias para un registro. Se investiga el desvío de cuatro millones de euros para comprar un millón de mascarillas que nunca existieron. El presidente que gobernaba Canarias cuando sucedió tan descarada mangancia es hoy ministro con Mariano. Por supuesto dimite en horas tras el escándalo nacional que suscita el registro.
No se vayan, hay más. Al fiscal general del Estado, figura que el presidente Mariano se ufana de que depende de él, se le ha ocurrido la tropelía de filtrar datos privados de un particular, que es la pareja de una presidenta autonómica del PSOE, con el objeto de ayudar así al PP en su guerra política contra ella. Además, cuando la justicia le pide cuentas por semejante burrada, el fiscal general va y recusa a los jueces del Supremo que llevan su caso. Estamos ya en Burundi: el fiscal general desacreditando al primer tribunal del país. Pero este golfo todavía tiene más tomate: ha enchufado en la Fiscalía a su predecesora con un nombramiento que le ha tumbado el Supremo. Está más quemado que una barbacoa, pero ni se plantea dimitir. Ferreras, Risto, Intxaurrondo y Fortes, legítimamente indignados, exigen la marcha inmediata de un lacayo del marianismo tan servil y caradura.
Mientras en España solo se habla del hermanísimo enchufado que paga impuestos en Portugal, de los tinglados de la mujer del presidente y del bochorno del fiscal general, resulta que surge otra polémica más. El tercer banco del país, el BBVA, quiere fusionarse con el Sabadell, porque su negocio está en el alero al depender sobre todo de Turquía y México, mercados inestables. Presenta la iniciativa y el Gobierno de Mariano dice un lunes por boca de su ministro más destacado que le parece estupendo. Pero el jueves cambia súbitamente de idea y sale a decir que ni de coña, que el Gobierno lo parará. «Esto parece Burkina Faso. No hay seguridad jurídica y el Gobierno intervencionista de Marino mete la cuchara por motivos políticos en el mundo de las empresas», afean molestos Ferreras, Risto, Intxaurrondo y Fortes.
En paralelo, toda España está escandalizada porque con las cuentas públicas hechas un horror, Mariano anuncia que se pulirá más de 2.000 millones en nacionalizar Telefónica a su mayor gloria, lo cual le dará el control de las comunicaciones de todos los españoles y una plataforma de contenidos audiovisuales muy poderosa, que le permitirá ahondar en el cuasi monopolio de las televisiones del que disfruta y hacerse todavía más propaganda con dinero público. Los tertulianos denuncian estos abusos intervencionistas y nos advierten que el presidente se quiere convertir en un Gran Hermano que lo controla todo.
Clima irrespirable. La oposición, lógicamente, no habla de otra cosa y anuncia una inmediata moción de censura para intentar echar a Mariano, un presidente «fuera de control», que «ha incumplido los más elementales códigos éticos y está al frente de un partido corrupto».
Y ahora, el mundo real:
-25 de mayo de 2018: «Hemos presentado en el día de hoy una moción de censura para recuperar la dignidad de nuestra democracia», anuncia solemnemente Pedro Sánchez, líder de la oposición. Sale adelante.
-Mayo de 2024: Sánchez puede hacer lo que le dé la gana, que aquí al final no pasa nada. La oposición apunta, pero no acaba de dar y se pasa el día peleada entre sí. Los medios gubernamentales levantan un muro para intentar tapar todas las inmundicias del PSOE a golpe de rencor guerracivilista. El presidente anuncia un plan para defenderse de las críticas, que consiste en limitar la libertad de prensa y atar a los jueces. Da igual. En España impera el doble rasero. La izquierda tiene bula.