J. M. Ruiz Soroa, EL CORREO, 14/10/12
Hay un sector de la ciudadanía que sigue estando interesado por la política pero que rechaza el partidismo exacerbado
Una de las reivindicaciones más fundada y razonable de los movimientos sociales de base conectados al 15-M es la de que los votos en blanco lleguen a estar efectivamente representados en la escena parlamentaria mediante escaños en blanco, o ‘escaños transparentes’. Hasta uno de los padres de la Constitución, como es Miguel Roca, la ha patrocinado. Y un filósofo político experto en sistemas electorales y representación como Jorge Urdánoz le ha dedicado profunda reflexión, de la que recogemos aquí las ideas básicas.
En nuestro actual sistema electoral el voto en blanco se computa pero no se representa. Son computados como votos válidos el día del recuento de resultados, pero a partir de ese momento son ignorados a todos los efectos, de manera que en la práctica no hay ninguna diferencia entre no votar (abstenerse) y votar en blanco. Y esto no es ni legítimo ni congruente con los principios de la representación democrática.
En efecto, el elector que se molesta en acudir a las urnas para manifestar expresamente que ninguna de las opciones electorales que se le presentan merece su voto y, consiguientemente, vota en blanco, es un ciudadano que expresa patentemente su afección y respaldo al sistema democrático (se preocupa de dejar constancia de su opinión y voluntad). No es desinteresado o desafecto para con el sistema en sí, sino sólo para con las ofertas partidarias que se le proponen, porque expresa una crítica radical para con esas ofertas. Siendo esto así, no existe razón alguna para que esos electores no sean representados de manera congruente con su opción, es decir, mediante escaños que se mantengan desocupados permanentemente en la institución representativa de que se trate durante toda la duración de la legislatura: el voto en blanco quiere y debe traducirse en un escaño en blanco.
El escaño en blanco, permanente vacío, además de representar a quienes han querido manifestar expresamente su rechazo a los demás partidos en liza, serviría como recordatorio permanente para los partidos políticos de que sus ofertas son insuficientes, o su modo de hacer política inadecuado. De que hay un sector de la ciudadanía que sigue estando interesado, muy interesado, por la política (hasta el punto de que opta por una costosa elección propia) pero que rechaza el partidismo exacerbado o la falta de ofertas significativas. El escaño o escaños en blanco expresa una demanda de cambio en la oferta política y hace al sistema más dinámico por el mero hecho de estar presente. En último término, el escaño vacío hace más fiel y exacta la representación política, si la entendemos en su faceta descriptiva: el Parlamento es una foto de la sociedad, luego en esa foto deben estar todos los integrantes de ella.
La reivindicación de los escaños en blanco concita hoy por hoy la unánime animadversión de todos los partidos políticos, que sólo en esto parecen estar de acuerdo: izquierda o derecha, nacionalista o no, revolucionario o conservador, los partidos se oponen a la representación efectiva de los votos en blanco. Porque es un torpedo en su misma línea de flotación, porque desvelaría de manera estridente su insuficiencia. Sólo por ello, merecería ya atención la nueva propuesta, porque es legítima, es legal y es crítica.
En estas elecciones vascas y gallegas y en las próximas catalanas se presenta una opción de voto que se denomina precisamente así (‘Escaños en blanco’) y que propone una manera de poder hacer efectivo desde ya el principio de representación del voto en cuestión. De manera que se compromete expresamente a dejar sin ocupar el escaño que obtenga con esos votos, no tomando posesión del acta correspondiente. Es una manera de hacer visible la reivindicación básica de este movimiento.
Vivimos momentos de desafección y alejamiento de la política representativa de un elevado número de ciudadanos, lo que abre la puerta a movimientos de tinte populista o antipolíticos que se atribuyen con facilidad la representación de ese sector, sobre todo en la calle. El voto a ‘Escaños en blanco’ puede recoger lo mejor de esa inquietud, que no es tanto alejamiento de la política en sí misma, como crítica con una concreta manera de hacer política que se ha instalado perversamente en nuestra realidad. Es un voto crítico pero a la vez afecto al sistema democrático representativo. Es un voto legítimo que exige que el sistema lo reconozca como tal. Nos parece democráticamente impecable y políticamente rompedor de inercias asentadas. Bienvenido sea.
J. M. Ruiz Soroa, EL CORREO, 14/10/12