IGNACIO CAMACHO-ABC
- El Gobierno acerca a Parot y Txapote porque quiere y porque puede. Porque sabe que no recibirá la respuesta que merece
Si no es la factura del apoyo de Bildu al decreto de ahorro energético, lo parece. Mucho. ‘Post hoc ergo propter hoc’: excesiva coincidencia en la sucesión de acontecimientos. Y además da igual que lo sea o no, porque lo importante no es la causa sino el hecho. El hecho es que el Ministerio del Interior ha acercado al País Vasco a los dos peores asesinos de ETA que quedan presos, Henri Parot y García Gaztelu. Entre los dos tienen al menos medio centenar de crímenes a sus espaldas, de los que la mayoría –niños incluidos– corresponden a Parot, gélido especialista en matar a mansalva. Gaztelu, alias ‘Txapote’, era más selectivo al escoger sus víctimas, la mayoría políticos, entre ellos algunos destacados socialistas. Él fue quien disparó en la cabeza a Miguel Ángel Blanco, con las manos atadas y de rodillas. Ninguno ha dado muestra no ya de arrepentimiento sino de simple aceptación de la derrota terrorista. Han matado a demasiada gente para sentirse concernidos por la estrategia institucional de Otegi y compañía.
Pero no harán ascos a la posibilidad de beneficiarse de ella. Ambos habrán cumplido el año que viene las tres cuartas partes de su condena. De la aplicable: necesitarían vivir varios siglos para consumar la pena completa. En ese momento podrán acogerse a beneficios penitenciarios tales como permisos y progresiones de grado, cuya aplicación corresponde impulsar al Gobierno vasco aunque los jueces conserven la potestad de revocarlos. Ya ha ocurrido en algunos casos, y en otros los pistoleros han salido sin mayores obstáculos. Ese margen de decisión de la autoridad autonómica, depositaria de las competencias de Prisiones gracias al acuerdo del PNV con Sánchez, es la clave de la política de traslados y del respaldo que los gestores del proyecto posetarra prestan al Ejecutivo nacional en el ámbito parlamentario. No se trata de una especulación: el propio Otegi lo ha verbalizado. Y los hechos avalan la existencia de ese pacto. Esta remesa de acercamientos es el pago de la letra trimestral del verano.
Es probable que con la inflación, la guerra de Ucrania y el precio de la luz y del gas, estas cosas ya no importen a casi nadie. Hay problemas de supervivencia perentorios, acuciantes, y la lógica del ‘primun vivere’ tiende a posponer los debates morales. Insistir en ello puede hasta parecer una pesadez, una matraca, una lamentación jeremíaca, un empeño extemporáneo y cansino de remover agua pasada cuando hay tantas cuestiones que reclaman prioridad inmediata. Pero ese desistimiento pragmático, esa postergación acomodaticia, esa desmemoria utilitaria, es el camino más rápido para desarticular nuestra ya escasa cohesión democrática. Significa la renuncia al espíritu de resistencia, dignidad y justicia que encarnaron aquellas lejanas multitudes de manos blancas. Y delata la relajación entreguista de una sociedad humillada.