Ignacio Marco-Gardoqui-El Correo

  • Hasta ahora, la amnistía se ha visto como un asunto jurídico abstruso, que se planea en las alturas pero no afecta al día a día de los ciudadanos pero aquí hablamos de reparto de dinero

Los que saben de estas cosas que se cuecen en Cataluña aseguran que el acuerdo entre el PSOE y ERC está casi cocinado y listo para servir. Yo no lo veo, pero lo creeré sin reservas en cuanto se haga oficial. Mi fe en la capacidad de ceder de nuestro presidente es ilimitada. Me ha dado tantas y tan grandes muestras de ella… Los que saben de las cosas que suceden en Madrid creen que el acuerdo apuntala la legislatura e inicia su despegue definitivo. Será así, pero yo le veo algunos problemas.

El primero es que el acuerdo necesita el refrendo de la militancia republicana. Una militancia que ha mermado mucho en los últimos tiempos y que está dividida, lo que aumenta las posibilidades de que sea rechazada por ella. El segundo es que no imagino como el PSOE admite semejante cosa que sin duda alguna va a quebrar, un poco más, la muy dañada columna vertebral del Estado e irritar sobremanera al resto de las Comunidades Autónomas. Hasta ahora, la amnistía se ha visto como un asunto jurídico abstruso, que se planea en las alturas pero no afecta al día a día de los ciudadanos. Aquí hablamos de reparto de dinero y eso lo entiende hasta el más borrego y las divergencias creadas molestarán hasta el más templado. Y el tercero es saber cómo digerirá todo esto el extravagante de Waterloo y qué represalias tomará, dentro del amplio abanico de sus posibilidades. Veremos.

Lo que más me indigna, por ahora, es que para vender el acuerdo se le adorne con unas virtudes de las que carece, se tergiverse la realidad y se traslade una imagen de egoísmo e insolidaridad sobre el Concierto vasco, todo ello para pintar de solidario el acuerdo catalán. Debemos esperar a su redacción final, pero según avanzan, el nuevo sistema contempla la cesión de todos los impuestos y habrá un fondo de solidaridad con el resto del Estado. Pero, ¿a quien quieren engañar?

El Fondo de Solidaridad Interregional existe desde los años 80 del siglo pasado, su monto y su reparto lo determinan los Presupuestos Generales, tras la aprobación previa del Congreso. ¿Cuál es entonces la novedad? Los independentistas ya han anunciado que están dispuestos a ser solidarios, siempre y cuando ellos determinen el alcance cuantitativo de esa solidaridad y su duración en el tiempo, una cosa que el Concierto vasco no puede hacer.

¿Se imagina que el resto de ciudadanos pudiéramos determinar cómo de solidarios aceptamos ser con los más necesitados y durante cuanto tiempo estamos dispuestos a serlo? ¿De verdad que ese insólito mecanismo se incrusta en el acerbo filosófico del socialismo? ¿Nadie del PSOE fuera de Cataluña, militante o dirigente, va a levantar la mano ante semejante tropelía? ¿Van tragar todos con ella, como tragaron sin rechistar la amnistía cuando, todos, el mismo día y a la misma hora cambiaron de opinión?