Escepticismo

EL CORREO 12/04/14

· Si Urkullu juzga idónea la política de Jonan Fernández, la llegada de Aintzane Ezenarro parece un detalle menor

A rey muerto, rey puesto. O tal vez habría que hablar de reyes. O de pajes. Y es que el lehendakari ha decidido realizar no uno sino dos nombramientos para cubrir la vacante de Txema Urkijo, al que hace unos días destituyó de forma fulminante como asesor de Víctimas por sus abiertas discrepancias con su superior, el responsable de la Secretaría de Paz y Convivencia, Jonan Fernández.

No puede hablarse de sorpresas en la elección salvo, si acaso, el hecho de que Urkullu haya decidido realizar dos nombramientos para cubrir una sola vacante. El primero de los elegidos es la favorita en casi todas las quinielas: la exparlamentaria de Aralar Aintzane Ezenarro, que con anterioridad a dar el salto a la política trabajó para la Elkarri de Jonan Fernández. El segundo nombramiento es más bien un ascenso. Enrique Ullibarriarana, un funcionario que desde hace dos décadas venía encargándose de las relaciones con las víctimas, ve recompensado su trabajo con el ‘ascenso’ a asesor.

El lehendakari decidió fulminar a Urkijo a sabiendas de que con ello dejaba a la mayoría de los colectivos de víctimas sin el último interlocutor de referencia que les quedaba en Lakua. Fue también la ratificación, por si alguien albergaba aún alguna duda, de que Jonan Fernández es su apuesta personal, su hombre, para el éxito o el fracaso de uno de sus tres objetivos declarados para la legislatura: la consolidación de la convivencia tras el adiós a las armas por parte de ETA.

Pero Urkullu dijo más. Manifestó que el sustituto de quien fue uno de los fundadores de Gesto por la Paz debería asumir el liderazgo y la hoja de ruta trazada por Fernández. En otras palabras, fidelidad. Ni Ezenarro ni Ullibarriarana podrán llamarse, pues, a engaño en el futuro.

Todos estos mimbres no hacen sino invitar al escepticismo ante la nueva etapa. No porque Ezenarro proceda de Elkarri y de la izquierda abertzale. La exparlamentaria tuvo la valentía de tomar la senda de Aralar cuando salirse del redil en Batasuna implicaba cualquier cosa menos satisfacciones. Luego, no dudó en mantener hasta el final su apuesta por la ponencia de paz y el suelo ético pese a ser consciente de que ello le costaría la expulsión de la organización liderada por Patxi Zabaleta, como así ocurrió.

La clave radica en que Urkullu cree en la política de Jonan Fernández. Y el secretario de Paz y Convivencia aboga por equidistancias, por repartir razones y por autocríticas multilaterales, amén de carecer de la mínima empatía con las víctimas del terrorismo de ETA.

Si la izquierda abertzale insiste –que insistirá– en negarse a reconocer lo injusto de la violencia etarra, tal vez lo mejor fuera mirar hacia adelante sin intentar alcanzar imposibles. Pero eso sí, también sin pretender desde el poder que se asuma que lo vivido ha sido un conflicto armado con dos bandos, cuando aquí unos mataban y otro intentaban que no les achicharraran, desafortunadas e intolerables actuaciones de violencia de Estado al margen.

Difícil futuro afrontan, pues, los nuevos pajes de Jonan Fernández. Ojalá el acierto guíe sus pasos y desmienta estos temores.