JOSÉ M. DE AREILZA, Profesor de Esade Law School, EL CORREO 07/04/13
· Queda un año y medio para el referéndum de independencia escocés, pero hasta el propio partido nacionalista que lo ha promovido admite que el campo del ‘no’ tiene todas las de ganar. Las encuestas así lo señalan de manera consistente. De poco vale que el voto se haya extendido hasta los mayores de 16 años, para aprovechar el sentimiento pro-escocés de los más jóvenes, y se excluya a la diáspora, setecientos mil escoceses por lo general bien integrados en el resto del territorio británico o ciudadanos del mundo. Desde la Unión de 1707, los habitantes de Escocia han participado a fondo y con notables éxitos en todas las empresas históricas del Reino Unido. El fenómeno nacionalista actual tiene un origen muy reciente, menos de cien años, y se ha desarrollado en buena parte en la última década gracias a las consecuencias no queridas del plan de descentralización de Tony Blair, que transfirió amplios poderes a un territorio en el que pensaba que los laboristas siempre ganarían.
Un acierto de David Cameron ante el embate nacionalista ha sido controlar la pregunta del referéndum y las garantías del proceso, aunque al permitir la consulta haya creado un grave precedente interno y europeo. Tras el probable ‘no’ a la separación el próximo septiembre de 2014, los herederos de Braveheart están dispuestos a aprender del pragmatismo de los ingleses y conformarse con una ronda de negociación en la que Londres transfiera nuevos poderes fiscales al Parlamento de Edimburgo.
Uno de los argumentos que más pesa en el debate a favor o en contra de la independencia escocesa es que el triunfo del ‘sí’ de modo necesario comportaría la salida de la UE del territorio escindido. El Gobierno de David Cameron se ha ocupado de dejar muy claro este extremo, influido por la claridad con la que el Ejecutivo español ha subrayado estas reglas del juego ante las reivindicaciones soberanistas en nuestro país. El Estado británico seguiría siendo miembro de la Unión y el nuevo Estado escocés quedaría fuera y tendría que solicitar la adhesión, negociarla y lograr que los términos de ingreso se adaptaran a sus intereses.
La ironía es que el propio Cameron está contra las cuerdas en su partido por su defensa de la permanencia del Reino Unido en la UE y ha prometido un referéndum de salida, bajo ciertas condiciones, en 2017. Pero cien de sus diputados conservadores presionan para que la consulta británica se celebre cuanto antes, en buena medida por la intensa competencia en sus distritos electorales de los candidatos del Partido británico por la independencia (UKIP), una formación populista en ascenso, que propugna la retirada de la Unión Europea. El voto escocés favorable a la independencia del Reino Unido aumentaría en el caso de esta salida británica, porque en el fondo sería un voto por la interdependencia europea.
JOSÉ M. DE AREILZA, Profesor de Esade Law School, EL CORREO 07/04/13