JUAN CARLOS GIRAUTA-ABC
- Sánchez prometió llevar al prófugo ante la Justicia y ahora está pensando en ponerle un palacete en Barcelona
Han pasado tantos años, y la memoria colectiva es tan corta, que casi nadie sabrá qué demonios pasa cuando dentro de poco llegue el juicio a la organización criminal conocida como familia Pujol. A los que recordamos, tanta dilación no es que nos mosquee, no es que nos escame, es que nos convence de que, cuando delinque según quien, en España la Justicia no existe. Reza el adagio que la justicia lenta no es justicia. Pues bien, aquí, cuando el reo es de la PSOE o separata, la Justicia se echa siestas como las de Cela, con pijama, crucifijo y orinal. Peor te lo pongo, con el separata catalán no solo la Justicia es tan lenta como el crecimiento de las uñas, sino que sus tardías resoluciones son burladas en caso de resultar condenatorias. Sea por la inicua vía de indultos arbitrarios que los beneficiados no piden (de hecho, anuncian reincidencia), sea por la vía impracticable de la amnistía. Sánchez no sabe que es impracticable y se va a pegar una leche de antología.
El enloquecido pastelero Puigdemont, desde su Elba de cartón, quiere meter en el saco de los delincuentes que nunca delinquieron a imputados y procesados sin relación con eso que Sánchez llama ahora crisis política y antes rebelión. También prometió llevar al prófugo ante la Justicia y ahora está pensando en ponerle un palacete en Barcelona para que haga allí sus necesidades de presidente moral de Cataluña. Quizá el Palacete Albéniz, que, como queda en Montjuic, bien podría incluirse en las rutas turísticas como una atracción más. Empiezas en el Palacete del chantajista ido y, saltando de monte en monte, acabas la jornada en la montaña rusa del Tibidabo.
Eso para el turista de a pie. A los turistas con cargos internacionales se les puede organizar otra ruta: la de la Impunidad. Se iniciaría en el Teatro Coliseum de Barcelona, en el rincón por donde trató de escapar una Comisión Judicial mientras la turbamulta convocada por ANC y Òmnium les gritaba «Esta noche la pasaréis aquí». Se lo gritaban en catalán, claro, pero ¡fuera pinganillos! El tour continuaría por Plaza Urquinaona, se darían unas instrucciones sobre guerrilla urbana y se proyectarían con gran respeto contra el escaparate de una zapatería china los rostros de los terroristas callejeros, hoy convertidos en mártires o héroes. Bajarían entonces al TSJC y se explicaría cómo allí 42 magistrados sobreseyeron el caso Banca Catalana sin leerse el sumario. ¡Tan pronto como en los ochenta! En el Parque de la Ciudadela, una visita al Parlament, con inmersión en la bombonera donde se aprobaron las leyes de desconexión. Allí, los guías, con un lenguaje adaptado al público de juristas extranjeros del tipo ‘deeply concerned’, deberían lamentarse cuatro veces por el grave error que España cometió al judicializar una crisis. Nadie entendería nada, pero tampoco pedirían ulteriores aclaraciones por no estropear el emocionante paseo.