El ministro Escrivá dice que la postura de la patronal es «desconcertante». Estoy seguro de que se miraba al espejo y se veía a sí mismo. ¿Se puede pretender un pacto de rentas tras tomar la iniciativa unilateral de subir un 8,5% las pensiones y un 9,5%, en tres años, los sueldos de los empleados públicos, una vez aumentado nada menos que en un 8,6% las cotizaciones empresariales a la Seguridad Social del millón y medio de trabajadores de sueldos más elevados? ¿Y hacerlo tras una batería de impuestos a las empresas, a las energéticas, a las financieras, a las grandes y varias de las medianas? ¿Qué queda por consensuar, qué por debatir? El Gobierno está en su derecho de tomar las iniciativas en materias cuya responsabilidad le corresponde. Lo que no puede es marear la perdiz, ni engañar. No puede presentarse como el campeón del diálogo social y hacer luego de su capa un sayo. La enorme subida de las cotizaciones -¿otro récord?- la decretó después de haberse reunido con los empresarios 48 horas antes en la mesa del supuesto diálogo social para hablar de ello. Vaya, pues se le olvidó mencionarlo.
Pero todo esto es tan solo un reflejo del talante y no deja de ser anecdótico. Lo importante es el fondo. Las Cuentas del 2023 contemplan un gasto en pensiones de 200.000 millones, lo que fuerza un trasvase de fondos a la Seguridad Social de 39.000 millones para que el agujero de su financiación no se convierta en una sima. El Gobierno ha decidido que los pensionistas no padezcan ni en un céntimo de euro la pérdida de poder de compra que provoca la inflación porque no quiere perder ni un solo voto del colectivo. Como 3,9 de cada diez euros de los Presupuestos van ya a pagar pensiones, necesita recomponer los ingresos y para ello solo se le ocurre apretar en las cotizaciones. Podía haber enfocado los Presupuestos hacia la creación de empleo -que es la mejor manera de aumentar los ingresos-, pero ya sabemos que eso le da mucha pereza.
Escrivá dijo también que el problema de la inflación lo crean las empresas, por trasladar sus márgenes a los precios y no a los salarios, insistiendo en esa táctica tan peligrosa de embadurnar la imagen de las compañías -como madrastras egoístas-, para resaltar la suya como Cenicienta bondadosa. Recordó que el Estado gastó 15.000 millones para compensar cotizaciones durante la pandemia. Cierto. ¿Quién se benefició de ello, la empresa, el trabajador, la Seguridad Social o el país entero? ¿Cuál hubiese sido el nivel de paro en su ausencia? Por último, Escrivá aseguró que la decisión del Gobierno no puede sorprender a nadie. En eso creo que tiene razón. A estas alturas…