IÑAKI EZKERRA-EL CORREO

  • La vicepresidenta Yolanda Díaz trae aires nuevos y está haciendo el camino al revés

Yolanda Díaz va a emprender el 8 de julio una tournée por toda España que durará hasta diciembre y que tiene como fin «escuchar a la gente». Uno creía que a la política se iba ya escuchado de casa. Uno creía que quien se mete en política es porque ya ha escuchado lo suficiente y sabe lo que la gente necesita y se ha propuesto dárselo si esa gente le vota. Uno creía que el político también era gente y que no iba a la gente, sino que venía de ella. Pero Yolanda trae aires nuevos y está haciendo el camino al revés. Los aires que trae o que se da Yolanda son los de quien se ve investido de una suerte de gracia divina, de un papel de naturaleza superior, de un poder que no emana del pueblo (la gente otra vez) y que, desde las alturas de una celestial vicepresidencia segunda del Gobierno, decide generosamente bajar a la Tierra y escuchar a los pobres mortales. La tournée de Yolanda, su descenso al valle de lágrimas de la inflación española, le recuerda a uno, en fin, una novela de Jardiel Poncela titulada ‘La tournée de Dios’.

La diferencia de Yolanda con Dios reside en que su corte y su transporte se lo vamos a pagar todos; o sea, que su despliegue de hoteles, comidas, chóferes, escoltas y demás personal subalterno va a cuenta del erario para una operación de autobombo puramente electoralista. Ciertamente, nunca se había dado el caso de un miembro del Gobierno que dejara su sillón vicepresidencial y ministerial para darse un garbeo por las provincias del Reino sin otro objetivo que la promoción personal y la propaganda de un partido que no existe y que por lo tanto no la puede subvencionar. Si a eso se añade que el ministerio en el que va a hacer dicha dejación de funciones, sin dejar de cobrar el sueldo, es el de Trabajo y Economía Social, su gira turística se vuelve más sangrante. Y no digamos si tenemos en cuenta que capitanea una plataforma aún virtual que se llama Sumar y a la que más bien restan dos imputadas, Ada Colau y Mónica Oltra, que se resisten a la dimisión que han predicado toda la vida para situaciones judiciales como las suyas; o una tercera, Mónica García, sobre cuya marca, Más Madrid y Más País, pesa una acusación de financiación ilegal.

Escuchar a la gente… La verdad es que todos los profesionales de la política deberían tomarse unas vacaciones (no pagadas como las de Yolanda) para salir de la típica, jabonosa y complaciente endogamia de los partidos y volver a la realidad. Para escuchar y para ver a la gente, sí: a un país de ingenieros que trabajan de camareros, de médicos poco más que mileuristas y economistas que hacen de taxistas mientras ellos lo expolian careciendo de la preparación y la sensatez más básicas.