Editorial-El Correo

  • El líder ruso se rodea de autócratas en el desfile militar de Moscú y exhibe su alianza estratégica con China frente a EE UU y la UE

El miedo de Vladímir Putin a que una ofensiva ucraniana desbaratara su acto anual de propaganda le llevó a concentrar de tal modo la defensa aérea en Moscú que facilitó un punto débil a los drones de Kiev: el tráfico aéreo en el resto del país. El propósito de Ucrania de llevar la guerra al territorio del agresor se materializó en los últimos días en aeropuertos paralizados y perturbó la movilidad de millones de rusos, privados además por su Gobierno de acceso a internet por razones de seguridad. En el desfile que conmemora cada 9 de mayo la victoria sobre la Alemania nazi, y cuando acaba de cumplir 25 años ininterrumpidos en el poder, el presidente ruso se rodeó de un escudo de autócratas. La asistencia de Lula da Silva, el único de los presentes en la capital rusa que puede reclamarse demócrata, socava el prestigio internacional del brasileño, que impulsa un antiamericanismo trasnochado en la guerra comercial con Trump.

La presencia de Xi Jinping durante cuatro días en Moscú, y su lugar de honor a la derecha de Putin en la tribuna durante la exhibición militar, envía un mensaje de pretendida influencia en una doble dirección. Hacia Washington y su supuesta ambición de acercarse a Rusia para separar a dos aliados estratégicos que lo seguirán siendo mientras interese a China. Y también a Bruselas: en un momento en que EE UU zarandea a sus tradicionales aliados, la búsqueda de una alternativa en Pekín incluye su respaldo activo a la invasión que destroza desde hace más de tres años el corazón del Viejo Continente.

En el Día de Europa, las autoridades comunitarias vieron cómo un miembro de su Consejo, el primer ministro eslovaco, y el presidente de Serbia, país candidato a la adhesión, arropaban a Putin. Y en una jornada que demandaba calor para Ucrania, quizá a más alto nivel, los ministros de Exteriores de la UE acordaron en Leópolis la creación de un tribunal especial contra el crimen de agresión de Rusia. Un organismo que tardará un año en constituirse y cuya jurisdicción no podrá alcanzar a Putin mientras sea presidente. Sanciones como las decididas por Reino Unido contra un centenar de buques petroleros de la ‘flota fantasma’ rusa causarán más daño a la maquinaria de muerte del Kremlin. Y también la creciente convicción en EE UU de que Rusia «no negocia de buena fe» en la búsqueda de un alto el fuego; de que utiliza este diálogo para apropiarse de territorio que no ha logrado conquistar por la fuerza.