iquel Giménez-Vozpópuli

Mónica García, de Más Madrid, ha apuntado con el dedo simulando una pistola a un consejero de Ayuso

Las imágenes no dejan resquicio a la menor duda. Esta diputada regional apunta con el índice extendido y el pulgar levantado al consejero de Hacienda y Función Pública del Gobierno madrileño, Javier Fernández-Lasquetty. Dos veces, por si una no fuera suficiente. Luego ella ha dicho en Twitter que no intentaba simular que disparaba contra el consejero. Ah, y que si tenía levantado su pulgar era por culpa de la artrosis. Madre mía. Es igual, insistimos, las imágenes muestran lo que muestran. Nos ha recordado, tristemente, al gesto exacto que el etarra Iñaki Bilbao hiciera en su día en la Audiencia Nacional al magistrado Alfonso Guevara. Terrible amenaza en según qué dedos y funesta costumbre en según qué políticos.

Ahora imaginemos que hubiera pasado lo contrario, es decir, que ese dedito remedador de automática de nueve milímetros Parabellum lo hubiese esgrimido alguien de derechas. Piensen. Abascal, Casado, Ayuso, Almeida o incluso Arrimadas haciéndole esto a cualquiera de su córner opuesto. A estas horas tendríamos todos los medios afectos vomitando acusaciones, reproches e indignación. Y harían muy bien. Hay que ser rigurosos con estas cosas en un país, como el nuestro, en el que hasta hace nada te descerrajaban un tiro si te consideraban objetivo prioritario o te negabas a pagar el impuesto revolucionario.

Yo, sinceramente, no he visto a los mass media revolucionados por este asunto, que me parece más grave de lo que parece puesto que supone atravesar una línea roja, tan roja como la sangre. Cuando un político se permite, ni que sea inconscientemente, amagar con dispararle a un adversario, significa que en el inconsciente colectivo ha cuajado la idea de que eso es posible, que está al alcance de quien quiera hacerlo, de que no importa mostrar ese horrible deseo en sede parlamentaria, frente a las cámaras. Más grave es todavía que la señora García sea médico anestesista. ¿No recuerda el juramento hipocrático? ¿Tan baladí considera la vida humana? ¿El errejonismo, que algunos consideraban como una versión razonable de Podemos, era esto?

Nos encontramos en un clima de preguerra civil que cada día se convierte en más y más audaz, más y más peligroso y nadie parece tener la menor intención de poner pie en pared y frenarlo»

La cosa empieza a hacer aguas por demasiados sitios. El otro día, la alcaldesa de Almonte le negaba el turno de palabra a un concejal de la oposición porque “hay conejos que no merecen el tiro”. Añadamos que la señora pertenece a la candidatura Mesa de Convergencia y que es expodemita. Y de nada valen las excusas de mal enfermo, que se orina en la cama y dice que suda. Se puede atacar, en el caso madrileño, a la presidenta Ayuso y a su gestión con toda la dureza que se quiera, sin tregua y con contundencia. Pero de ahí a amagar disparos hay un mundo, un mundo democrático, un mundo en el que quienes discrepan no son exterminados, un mundo en el cual se puede convivir desde la más radical de las discrepancias sin olor a pólvora. Pero el tiempo de las cerezas quedó atrás y nos encontramos en un clima de preguerra civil que cada día se convierte en más y más audaz, más y más peligroso y nadie parece tener la menor intención de poner pie en pared y frenarlo.

No esperen que Errejón exija a la señora García que abandone el escaño o que la señora anestesista haga examen de conciencia»

Y que no se diga que un gesto tan solo es eso, porque si le quitamos relevancia todo el edifico ideológico de la pseudo izquierda se derrumbaría. El asunto es, precisamente, este, pretenden amputarnos gestos, palabras y hasta costumbres perfectamente inocentes. Lo que sucede es que si usted, por ejemplo, utiliza plurales genéricos en masculino le dirán de todo. Ahora, levantar el dedito jugando a Scarface contra una persona es, simple y justificadamente, combatir al PP corrupto, fascista, etc. No esperen que Errejón exija a la señora García que abandone el escaño o que la señora anestesista haga examen de conciencia, se dé cuenta de la barbaridad que ha cometido y, motu proprio, sea ella quien tome la decisión. Siempre la razón, es más, SON la razón y no hay más que hablar. El resto somos puros fascistas.

A mi generación nos enseñaron que señalar con el dedo era de mala educación. Parece ser que se equivocaron, porque señalar con el dedito, pum, pum, está bien según quien lo haga. Todavía hay clases. Y deditos. Y artrosis.