Ignacio Marco-Gardoqui-El Correo
Esta es buena. Nadia Calviño, la nueva presidenta del Banco Europeo de Inversiones critica a Nadia Calviño, anterior vicepresidenta primera del Gobierno. ¿La razón? Pues que en su opinión el clima político y regulatorio frena la inversión de las empresas en España. Lo primero, lo del clima político, no es quizás de su plena responsabilidad. En definitiva ‘solo’ era la vicepresidenta primera, pero ¿lo del clima regulatorio? Si no ha sido de su incumbencia ¿de quién lo ha sido?
Mientras que el PIB real ha recuperado ya el nivel previo a la pandemia -con evidente retraso con respecto a nuestros socios europeos, pero se sitúa ya 2,1 puntos por encima-, la inversión está 2,9 puntos por debajo de dicho nivel. No solo. El peso de la inversión en el PIB está lejos del que tenía ¡antes de la crisis financiera internacional de 2008! Una insólita evolución que solo se explica por el empuje dado al PIB por el consumo doméstico y, en especial, por el apabullante crecimiento del gasto público. En resumen, crecemos, es cierto, pero lo hacemos porque nos endeudamos y nadie sabe -y a muy pocos nos preocupa saber- cómo y cuándo termina esta demencial deriva.
La inversión es una variable clave que supone «una renuncia de consumir en el presente a cambio de aumentar la capacidad y generar mayores niveles de producción, productividad, consumo y bienestar en el futuro», dicho sea en palabras del premio Nobel Robert Solow, citado en el último informe de BBVA Research del que extraemos aquí los datos. La inversión por persona en edad de trabajar no crece, ¡decrece un 5,3% desde principios de 2002! Eso no solo afecta y explica la evolución de la productividad, también lo hace con la competitividad del país. Mientras que aquí decrece, en la Europa de los 27 ha tenido un aumento del 35,6%, lo que significa nada menos que un 48% superior a la de España. La errática evolución de la vivienda no es la explicación, pues excluido el efecto de la inflación y eliminada la vivienda, el resto de las inversiones por persona en edad de trabajar ha crecido en España en las dos últimas décadas un 1,5%, que se compara con vergüenza con el 45,3% que ha aumentado en la Europa de los 27.
Sin duda alguna esta evolución es uno de los factores que mejor explica el que la renta per cápita relativa de España, con respecto a la UE, haya caído desde el 105,3% registrado en 2006 al 86,3% obtenido en 2023, lo que nos habilita el ingreso en la poco honrosa lista que aglutina a los países pobres de la UE, aptos para recibir más ayudas. Nuestro inmerecido presidente nunca nos habla de esto, pero siempre nos asegura que la economía española va como una moto. Lástima que no nos diga hacia dónde va. ¿Eso que vemos ahí delante es un barranco?