Ignacio Camacho-ABC
- El PP sólo ganará si acoge a todas las corrientes liberales que hay entre la izquierda de Vox y la derecha de Sánchez
Por alguna razón inexplicable, o al menos ininteligible, el PP se ha empeñado en complicarse la vida con escaramuzas intestinas y pleitos de familia que ni tienen sentido ni necesita. Si hay algo que nadie puede discutir desde la primavera pasada es el liderazgo de Ayuso en Madrid, cimentado en una mayoría que ha proyectado a Casado hacia su mejor expectativa desde que asumió la desbaratada herencia marianista. La presidenta de la CAM se ha ganado el derecho a que nadie intente moverle la silla por mucho que el aparato del partido desconfíe de las baronías. La unificación en una misma persona del mandato en la organización y en la autonomía es una costumbre y un hecho en Castilla, Andalucía,
Murcia y Galicia, y no se entiende por qué la región capitalina ha de tener una estructura de poder distinta. Y si se entiende es peor porque significaría que la dirección nacional teme el surgimiento de una alternativa con la dirigente madrileña como protagonista. Esa idea proyecta una sensación de inseguridad que en vez de cortar las conjeturas cabalísticas las favorece con un antipático ambiente de intriga.
Los populares sólo pueden desbancar a la alianza Frankenstein sumando voluntades bajo un mismo marco en el que han de caber todas las corrientes liberales que se mueven entre la izquierda de Vox y la derecha de Sánchez. Por ahora ya ha engullido la mayor parte de la intención de voto de Ciudadanos, cuya supervivencia parlamentaria se antoja hoy por hoy algo parecido a un milagro, y ha de empezar a buscar el modo de crecer por el lado contrario. Ayuso ya lo logró en mayo, y aunque su triunfo se produjera en circunstancias ciertamente singulares y de difícil extrapolación a otros ámbitos, lo último que cabe hacer es cuestionarlo con los típicos recelos orgánicos. La probable consecuencia de este tipo de maniobras tácticas consiste en que una porción del electorado, la menos fiel a las siglas, la más alejada de las consignas partidarias, sienta desconfianza y en las generales vuelva a votar a Abascal o se quede en casa. Génova no puede ignorar el tirón de la candidata que el 4-M trascendió al de la propia marca para procurarse un respaldo social de banda ancha.
El de Madrid es un pulso de riesgo más allá del mero litigio interno. Para que el proyecto de centro-derecha tenga éxito ha de estar cómoda en él gente como Feijóo y Mañueco, Ayuso y Moreno, Maroto y Álvarez de Toledo. Cada cual con su estilo en un modelo abierto donde la disciplina tenga siempre un cierto margen de disenso. Lo importante, y lo que se echa de menos en este Gobierno, es contar con una masa crítica de talento que desde luego no se aglutina arrinconando a los buenos. No es momento de que Casado piense en terceras o cuartas oportunidades; su tren pasa en 2023 y tiene que subirse con todo el equipaje político y humano a su alcance. Porque no volverá más tarde.