Sánchez se prepara para una rentrée caraqueña. Tiene a punto la lista negra de jueces y medios. También de miembros de Gobierno con los que ya no cuenta. Controlada Cataluña, se prepara para la gran vendetta
Dio orden de que todos calladitos y desapareció. Se evaporó. Cuentan que a Islandia, con esposa y niñas, al decir de Okdiario. Desde el 31 de julio, cuando su balance de la temporada, cinco preguntas raquíticas que respondió con desprecio, no se ha sabido de él. Hizo una escapada con esposa a París en el primer fin de semana de los Juegos. Y luego, se esfumó. Ordenó silencio a su Gobierno y se perdió por el gran islote ártico. «La tierra más hermosa y más íntima que mi carne ha fatigado», le cantó Borges. Durante esos días emitió tuits anodinos de felicitación a medallistas y también uno a Salvador Illa. «Serás un gran president«. En bilingüe.
Balbuceó Albares necias excusas en torno al indigno papel de su Gobierno frente a la criminal respuesta de Maduro tras su derrota en las urnas. Tan sólo le faltó decir, al concluir su deposición, aquello de «bien, ahora desprécienme»
Nada dijo sobre fraude electoral en Venezuela. Menos aún del butifarrón de Puigdemont en Barcelona. Su Gobierno también permaneció silente. Algunos ministros se dejaron entrever en la entronización de Illa a la cúspide de la Generalitat. Allí, vice-uno Montero, protagonista pasiva del verano, no titubeó en fotografiarse con Jordi Pujol, el gran defraudador. Una imagen que daba escalofríos. También Puente rompió el sepulcral silencio al enredarse con un paisano en un campo de golf, ya biotopo natural del responsable ferroviario. El lunes reapareció ante un micrófono, con su amabilidad de amoniaco, para hostigar al Supremo. En esa misma línea, el triministro Bolaños regüeldó una andanada impertinente contra el juez Llarena y en favor del golpista forajido, actitud sumamente reprochable en quien ostenta la cartera de Justicia en una democracia. Es el anuncio de lo que viene.
Este martes emergió Albares en el Senado, reclamado por la oposición. Balbuceó necias excusas en torno al indigno papel de su Gobierno frente a la criminal respuesta de Maduro tras su derrota en las urnas. Tan sólo le faltó decir, al concluir su deposición, aquello de «bien, ahora desprécienme». Ni falta hacía. La borrelización de la diplomacia española se ha consolidado como una fórmula tan granítica como cobarde de nuestra política exterior, que no desdice de la que se aprecia en esta Europa renqueante.
Se detectan ya algunos signos de reactivación. Algunas neuronas se desperezan en el cerebrín del Ejecutivo, caso de que las hubiere. De momento, el presidente ha concluido la fase secreta de sus vacaciones y ha aterrizado en La Mareta, acompañado de esa pequeña tribu de familiares y amigos que tanto le reconforta y cuyos nombres tan sólo unos pocos desvelan en la intimidad. La semana próxima Moncloa emitirá ya algunos signos de vida y, poco a poco, las agendas irán recuperando su latido natural.
La tormenta de agosto ya pasó, sin demasiado ruido ni destrozos. Se le permitió a Puigdemont su estrafalario y fugaz numerito, se invistió a Illa presidente de su nación, entre aplausos de los Sánchez Lliure y demás burguesitos del lugar, y se cerró con hipócrita naturalidad el capítulo del procés hasta la siguiente pantalla. La pasta, primero, esto es, el apaño fiscal, 15.000 millones para empezar. El referéndum ya vendrá después.
Mostró demasiado entusiasmo al ofrecerse como posible relevo al malherido presidente en sus cinco días de retiro enamorado y terminó de pifiarla al alinearse en contra de concierto catalán finalmente sellado
Se había ido Sánchez enrabietado a sus vacaciones, luego de personarse como testigo por la causa de su esposa ante el juez Peinado. Volverá hecho una furia, dicen quienes lo ha tratado estos días. Ni le agrada su equipo, ni le satisfacen su fieles, ni ya se fía de ciertos personajes a los que distinguía con cierta confianza. Algunos recelan, otros tiemblan. María Jesús Montero, como aquí bien contaba Portillo, ofrece ya el aspecto de un juguete roto. Mostró demasiado entusiasmo como posible relevo del presidente cuando el teatral retiro de los cinco días. A modo de suave castigo se pensaba en ella para remitirla de vuelta como candidata a la Andalucía de los Eres, donde brujulea con torpeza un Espadas amortizado. El problema es que, tras jalear el acuerdo fiscal con el separatismo, luego de haberlo rechazado, su candidatura sería mal recibida. «Se lo podríamos a Juanma Moreno en bandeja», dicen los socialistas del sur.
Afanosamente adosada al hombro izquierdo del presidente en las sesiones del Congreso, vice-Montero exhibía una fogosa prestancia cuando aplaudía a su jefe -con los meñiques ávidos de ritmo- y se desgañitaba entre gritos faltones a los escaños del PP. Se apagó su brillo, como si la hubiera fulminado un rayo sin luz. No cabe pensar en que sea parachutada de su sillón. No toca ahora hacer crisis. Apenas se han cumplido ocho meses de la última remodelación, cuando se fue Calviño y entró Cuerpo.
Le apetecería, eso sí, proceder a una amplia limpia de tibios e ineptos, esa gente que no se dejó la piel en las primeras afrentas a su esposa, que no se partieron la cara por Begoña, que no esgrimieron ni un maldito insulto a juez alguno, que no se ciscaron ni en Peinado ni el Supremo cuando correspondía. Pilar Alegría, de expresión azorada, verbo cojitranco y tan brillante como un cuervo en el crepúsculo, se ha consagrado como portavoz insegura y medrosa. Repite con increíble torpeza los eslóganes que le pergeñan en el Ala Oeste, frunce teatralmente el ceño para exhibir decisión, airea esa media sonrisa que se pretende resabiada e inteligente y consuma, en definitiva, una apariciones tan destempladas como inútiles. «Sólo lo ha hecho bien en los Juegos, porque no tenía que hablar», comenta un querido compañero de partido. Quizás le toque volver a Zaragoza, para suceder a Lambán, delicado de salud y suelto de lengua.
Lo único que le obsesiona ahora es pasarle a los jueces y a los medios la factura del calvario de Begoña y los sudores fríos a su hermano el músico
En el pelotón de los señalados aparece una serie de nombres de los que todos huyen. Ni una foto con ellos, ni un acto compartido. Unas cuantas pifias que por ahora no tienen remedio. Así, Ana Redondo (¡vergüenza, vergüenza, vergüenza!), la pobrecita pánfila de Valladolid que heredó en Igualdad el desastre del sí es sí de Irene Montero y que no ha sabido zafarse de la trampa. Las arenas movedizas de su paisano Puente la están devorando. A Elma Saiz la sacaron de Navarra para dejar el terreno libre a los de Bildu y la aposentaron en Seguridad Social y Migraciones. En algún rincón la tenían que apalancar. Desconoce aún de qué va lo primero y de lo segundo, basta con echar un vistazo al lío de los menas y al debate de la inseguridad para confirmar que la adusta ministra no sólo está desbordada sino que jamás se hará con el cargo. Dicen que Marlaska le tiene ojeriza porque es más alta. Sira Rego, Pablo Bustinduy, Ernest Urtasun, notables aportaciones de Sumar, cumplen a la perfección el encargo recibido al unísono que su cartera. Pasar inadvertidos, no mover un papel, no estorbar no hacerle sombra a Yolanda. Urtasun, quizás porque es más guapo, algo ha enredado con los museos y con los toros, pero es la tentación inevitable del pijoprogre de izquierdas, irrefrenable en cuanto le ponen en el hocico un trapo rojo. Sánchez los ignora. Apenas ha cruzado dos palabras con alguno.
Lo único que ahora le obsesiona es pasarle a los jueces y a los medios la factura del calvario de Begoña y los sudores fríos a su hermano el músico pseudo pacense. La rentrée, advierten los corifeos, será sonada. «No es tan fácil cerrar medios, no es tan sencillo silenciar tribunales», cacarean los sabiondos y marisabidillos, los primeros en acoquinarse en cuanto suena el pedrisco. Las togas más nobles están ya señaladas. Las cabeceras más combativas aparecen en la lista negra. Conoce bien el camino. Nicolás Maduro, por ejemplo, acaba de declarar inconstitucional el fascismo en Venezuela y anuncia la aprobación de “leyes antifascistas” para “sancionar con penas severas” los “crímenes de odio”.
Será un trimestre de tensión caraqueña y de impensables excesos. Sánchez, no se olvide, recela de la justicia y de las democracias. Tan sólo cree en lo que ve cuando se planta frente al espejo.