José Antonio Zarzalejos-El Confidencial
- La colisión entre Ayuso y Casado trasciende a una cuestión de poder personal porque se dilucida el modelo de relación con Vox y la integridad del liderazgo nacional del presidente del PP
El pasado día 16 de diciembre se celebraba por anticipado y en torno a una mesa el cumpleaños del gran Raúl del Pozo, uno de esos periodistas que hacen magisterio con unas columnas extraordinarias, interesantes y siempre intencionales. Le acompañaban en la celebración otros colegas y algunos políticos, entre ellos el secretario general del PP, Teodoro García Egea. Alguien telefoneó a Miguel Ángel Rodríguez, director del Gabinete de Isabel Díaz Ayuso, para que se uniese a la sobremesa. Lo hizo y, según declaró el propio Raúl del Pozo, el colaborador más estrecho de la presidenta de la comunidad de Madrid se dirigió al secretario general del PP y le espetó jocosamente: «en tres minutos y medio lo arreglamos tú y yo», en referencia al enfrentamiento entre la lideresa y Pablo Casado sobre la fecha de celebración del congreso del partido en Madrid y sobre la presidencia de la organización. (*)
Esos tres minutos y medio de reunión serían ahora más necesarios y urgentes que nunca, trascendiendo naturalmente a lo que la expresión de Rodríguez pudiera tener de improvisada. Porque al PP le pesan dos problemas. El primero, establecer el modelo de relación con Vox que es disímil según territorios e instituciones. De gran colaboración en la comunidad de Madrid; de distanciamiento en el Ayuntamiento de la capital y receloso en Andalucía. Después del 13-F castellanoleonés, y en función del número de procuradores que obtengan las listas de Fernández Mañueco, el modelo se decantará con más nitidez. Confía el PP en que ni en Valladolid, ni más adelante en Sevilla, sea necesario incorporar a Vox al gobierno de ambas comunidades siguiendo el modelo de Díaz Ayuso en Madrid. Introducir al partido de Abascal en los ejecutivos autonómicos podría preanunciar que, si el PP suma mayoría para formar gobierno nacional con Vox, tendría que constituir una coalición que resultaría muy problemática, tanto o más que la actual gobernante.
El PP necesita taponar una grieta interna que va más allá de la literalidad de la pugna entre Ayuso y Casado
Sin embargo, hoy por hoy, las expectativas de Vox son buenas si nos atenemos a las encuestas publicadas en medios de líneas editoriales bien diversas. Y eso sucede, en parte, porque el PP necesita taponar una grieta interna que va más allá de la literalidad de la pugna entre Díaz Ayuso y Casado. Es una cuestión trascendental, segundo problema, porque trasluce otros más de fondo: además de determinar cómo es ese modelo de relación con Vox, también cerraría las dudas sobre cómo es de sólido el liderazgo del actual presidente del PP más partidario de mantener distancias con la formación de Abascal. Sería más que conveniente que antes de las elecciones en Castilla y León, esa cuestión abierta en canal se cerrase, de forma directa o mediante un pacto vicario entre Rodríguez y García Egea, aunque les cueste lograrlo no tres minutos y medio, sino tres semanas. Mientras la contienda —a veces sorda, a veces ruidosa— entre los líderes siga sin solución y recurrentemente en los medios, el PP sangra y se debilita.
Fernández Mañueco —que hoy y mañana está en el congreso del PP de Castilla y León— saldrá propulsado a ganar el 13-F. El presidente castellanoleonés afirmó el pasado día 10 de enero en Madrid que el de Díaz Ayuso es «el modelo de éxito del PP» y que él aplicará en su comunidad las políticas de la presidenta madrileña. Probablemente, tales declaraciones no las harían ni Moreno Bonilla en Andalucía ni Núñez Feijoo en Galicia, pero el «ayusismo» ha calado en sectores amplísimos de los electores, fieles y potenciales, del PP y Casado con García Egea han de ser realistas y creativos y llegar a una buena transacción con la presidenta. Objetivo: que, sin reserva de duda, el PP sea la expresión nítida de la derecha democrática española, aquí y a ojos de los observadores internacionales.
A situaciones distintas, fórmulas diferentes, pero que no minen la unidad del partido e integren su pluralidad de visiones
Cómo deba ser esa entente les corresponde a ellos determinarlo. La experiencia de Esperanza Aguirre al frente del PP de Madrid es disuasoria para Pablo Casado, que preferiría el modelo de José María Aznar que no permitió la presidencia autonómica de Ruiz Gallardón. Madrid —región y capital— tiene un peso y una significación en el partido que no admite comparación con cualquier otro territorio. A situaciones distintas, fórmulas diferentes, pero que no minen la unidad del partido e integren su pluralidad de visiones.
Ayuso y Casado, además, deben ser lúcidos sobre la estrategia que están siguiendo los partidos de izquierda y los independentistas: engordar las posibilidades electorales de Vox mediante su propia radicalización y, así, debilitar las del PP que no ha tomado todavía la medida al partido de Abascal después del lógico desmarque de Pablo Casado en el pleno de la moción de censura a Pedro Sánchez. «No queremos ser como usted», le advirtió el presidente del PP al de Vox en aquella sesión parlamentaria de octubre de 2020. Desde entonces, las relaciones entre ambos partidos no son fluidas salvo en Madrid en donde el grado de entendimiento entre Díaz Ayuso y Rocío Monasterio ha permitido sacar adelante el presupuesto autonómico de 2022.
Este enfrentamiento entre los dos dirigentes del PP tiene que remitir, hacerlo rápidamente y de manera sólida
En último término, en esa deseable reunión entre Rodríguez y García Egea, se debiera partir de la conciencia de que lo que gane Casado gana Ayuso y lo que esta logre redunda en beneficio del presidente del PP y de todo el partido. Los modelos de «éxito» del PP están en función de las características económicas, culturales, demográficas y políticas de cada comunidad autónoma y lo que es idóneo en una no necesariamente tiene que serlo en otras, aunque, como es lógico, la gestión de un partido de centroderecha deba ser perfectamente reconocible en todos los territorios. Ese tendría que ser el objetivo, entre otros.
Este enfrentamiento entre los dos dirigentes del PP tiene que remitir, hacerlo rápidamente y de manera sólida. Porque si no es así, su irresponsabilidad defraudará a su electorado que, en un porcentaje no pequeño, se verá tentado a echarse en brazos de un cohesionado Vox como ya se detecta en la mayoría de los sondeos. Para ambos contendientes reza el consejo que se atribuye a un filósofo chino: «para liderar a la gente, camina tras ella». Y la gente que sigue al PP quiere que esta pelea acabe. (*) Datos tomados de la crónica de Álvaro Carvajal publicada en ‘El Mundo’ el día 17 de diciembre de 2021.