A través del testimonio de dos conocidos militantes del Partido Socialista de Euskadi como son José Ramón Recalde e Ignacio Latierro, el enviado especial del periódico bretón ofrece una visión edulcorada del día a día de las personas que deben vivir con la protección de guardaespaldas en el País Vasco.
San Sebastián. Marc Pennec, enviado especial.
A sólo 500 kilómetros de nuestra casa, centenares de electos, jueces, periodistas no pueden moverse sin la protección de guardaespaldas. El País Vasco es el último rincón de Europa donde todavía brilla la violencia política. En San Sebastián, estuvimos con Ignacio Latierro y José Ramón Recalde, dos militantes socialistas que han sufrido la brutalidad de ETA. Viven con escolta desde hace nueve años.
Un chalé en los altos de la ciudad, sobre el Atlántico. Un rostro detrás de un cristal. Furtivo. Como al acecho. “No, no, no tengo miedo. Yo no siento el peligro pero obedezco al 100% a los servicios de seguridad”.
Desde hace nueve años, José Ramón Recalde, de 79 años, antiguo consejero socialista del gobierno autónomo vasco, vive bajo protección quasi permanente de dos robustos gallegos. Después de haber escapado de la muerte y de la organización independentista armada ETA. Un milagro. Con la voz convertida en un silbido por la herida dice: “Quiero eliminar la sensación de angustia pero no el recuerdo de lo que me pasó. Políticamente, es sano acordarse, no olvidar qué es la violencia”.
Un “agujero negro”, el cañón de una pistola. Un sucio recuerdo como un flash, violento, cegador. Aquel 14 de septiembre de 2000, José Ramón Recalde llega a su casa en coche, acompañado por su mujer. La pareja vive en Buena Vista, un barrio residencial en la ladera de una colina que se sumerge en la bahía de San Sebastián. Una casa al fondo de un callejón sin salida.
Desde que dejó su cargo de consejero de Educación del gobierno autónomo vasco, tres años antes, José Ramón Recalde se desplaza sin protección especial. Ese día, la muerte acecha delante de la casa. “Entró una bala en la mandíbula. Sólo una. Extraño, Habitualmente terminan su sucia tarea. No recuerdo mucho, ni siquiera el dolor”.
Nadie duda de la firma, es ETA. “Yo era miembro del PSOE (Partido Socialista Obrero Español) y dijeron que mi política en materia educativa iba contra las reivindicaciones del pueblo vasco”. Durante dos meses, el antiguo consejero no habla. Imposibilidad física. Bloqueo psicológico. Conoce muy bien la violencia política. En 1962, fue detenido por la policía de Franco por pertenecer a un grupo socialista clandestino. Un año de cárcel, la tortura. “En aquella época yo era sartrista, ironiza. Y Sartre decía: ‘Si te torturan, mira fijamente a los ojos de tu torturador, se parará’. Puedo decirte que eso no funciona”.
En la barra, dos sólidos mozos …
En el transcurso del brutal año 2000, ETA mató a veintitrés personas, electos del PSOE y del Partido Popular (derecha), periodistas, jueces… José Ramón Recalde perdió a cuatro amigos. Una de las épocas más sangrientas de la organización armada junto con los años 1978-1982, durante los cuales fueron abatidos muchos policías y militares.
Todavía hoy, en el País Vasco, subsiste la amenaza. Más de 2000 personas deben vivir bajo la protección de guardaespaldas asignados por el Estado central, Madrid, o por el gobierno autónomo vasco.
Un gran café cercano a la catedral, en pleno centro de San Sebastián. Ignacio Latierro se sonríe. “¿Cómo que no tengo protección? Vuélvete”. Detrás de nosotros, acodados en la barra, dos buenos mozos vigilan discretamente las idas y venidas. Ignacio Latierro, de 66 años, es librero. Militante comunista en los tiempos de la dictadura franquista y desde 1985, del PSOE, del que fue parlamentario.
Con María Teresa Castells, la mujer de José Ramón Recalde, funda en 1968 Lagun (el Amigo, en vasco). La librería se instaló en las arcadas de la Plaza de la Constitución, en el San Sebastián antiguo, un verdadero bastión nacionalista. En Lagun puedes conseguir clandestinamente libros prohibidos por la dictadura. Y en aquella época no faltan las correrías de la derecha y de la extrema derecha.
A partir de 1985, son los jóvenes radicales de la Kale Borroka (guerrilla callejera), verdadero vivero de donde ETA toma activistas, los que comienzan a sacudir a Ignacio Latierro. Amenazas, pintadas hostiles en el escaparate. “La librería era conocida por sus ideas comunistas y socialistas. Ellos querían que reflejara las tesis de ETA”.
La mañana de navidad 1996, encuentra su tienda destrozada, los libros rociados con pintura roja y amarilla, los colores de España. Más grave, pocas semanas después, un ataque con cócteles molotov. Un montón de obras se quemó en la calle. La imagen es terrible.
Después de las muertes de 2000 – “muchos amigos”- a Ignacio Latierro se le pone protección. La librería se va del barrio nacionalista a las inmediaciones de la catedral. Se acabaron las amenazas, pero no es cuestión de bajar la guardia. “Voy a tomarme un café, los escoltas están cerca de mí, a menos de 3,50 metros. Cada día, vigilan la entrada de la tienda. Voy al cine, me esperan a la salida. Sólo cuando salgo del País Vasco me sueltan”.
Marc Pennec, OUEST FRANCE, 6/10/2009