Alberto Ayala, EL CORREO, 5/4/12
Ahora sí, los disidentes deberán decidir si la oferta electoral abertzale queda limitada al PNV y la antigua Batasuna, o no
Fuera del partido. El desenlace estaba cantado y la ejecutiva de Aralar que encabeza Patxi Zabaleta actuó ayer contra los tres parlamentarios disidentes (Aintzane Ezenarro, Mikel Basabe y Oxel Erostarbe) con la premura, la escasez de miramientos y el nulo respeto a la diferencia con la que la izquierda abertzale tradicional ha castigado a los díscolos en su larga historia. Los críticos se encuentran, pues, en la antesala de su expulsión, apenas a la espera de los trámites al uso en estos casos.
Zabaleta tenía, sin duda, argumentos reglamentistas para proceder como lo ha hecho. Es evidente que los tres parlamentarios desobedecieron las órdenes de la ejecutiva de Aralar. Ahora bien, cosa diferente es si esas instrucciones, además de ser del total agrado de la antigua Batasuna, lo son también del grueso del electorado de Aralar. O si por el contrario, buena parte del mismo se decantaría, de ser consultado, por la opción posibilista adoptada por Ezenarro, Basabe y Erostarbe en el asunto de la ponencia por la paz. Entre el todo y la nada, casi siempre suele ser mejor la parte. Sobre todo si el objetivo que se persigue es continuar dando pasos adelante en lugar de limitarse a buscar la confrontación.
Las dos interrogantes
A la espera de que se oficialice la expulsión, quedan flotando en el aire dos importantes incógnitas. La primera es si los excluidos abandonarán o no sus escaños. Todo apunta a que no, a tenor de las declaraciones que realizaron el martes, cuando aseguraron creer en su trabajo y tener ganas de comprobar hasta dónde permite llegar la ponencia por la paz que ha terminado por romper Aralar.
En la entrevista que ayer publicaba EL CORREO, Aintzane Ezenarro afirmaba, además, que «hay un espacio sociológico abertzale que no se siente atraído por Batasuna ni por el PNV. Ese espacio existe y se quedará sin representación –sostenía– si finalmente Aralar, como parece, va con Amaiur». Los tres disidentes y otros cuadros de la organización, como Jon Abril, que no comparten en absoluto las prisas de Patxi Zabaleta por regresar a la casa del padre, a la antigua Batasuna, a casi cualquier precio, sin esperar a que corrija los importantes deficits democráticos que todavía arrastra, tienen la respuesta.
En su mano está dejar ese espacio vacío, como lo define Ezenarro, dejar huérfano a ese segmento del electorado que efectivamente puede no sentirse atraído ni por el PNV ni por la izquierda abertzale tradicional, o intentar promover un sujeto político alternativo que recoja los restos del naufragio de Aralar y hasta de otros más antiguos. Es tiempo de espera.
Alberto Ayala, EL CORREO, 5/4/12