Juan Carlos Girauta-ABC
- Europeizar España y catalanizarla no eran al final lo mismo, sino lo contrario
Mentes y corazones bienintencionados nos invitaron a catalanizar España. En realidad, unos trabajaron en ese sentido -el primer catalanismo político articulado- y otros, desde Madrid, lo verbalizaron mucho después en un intento de matar dos pájaros de un tiro: servir al bien común y a la concordia mientras se contenta a unos victimistas profesionales. Vano intento, pues un nacionalista catalán es un español que nunca tiene bastante.
Tengo para mí que el lema «catalanizar España» no habría existido sin otro previo que solo exige cambiar el verbo por ‘europeizar’. Diré más: los bienintencionados no se privaron de equiparar ambas políticas, acciones o tendencias. Catalanizarse era una forma de europeizarse. La forma más recomendable, ya que la teníamos a mano. El lema europeizante se ha manejado desde la explosión intelectual y autolesiva del 98. Pasó por la Institución Libre de Enseñanza, resonó en el Contubernio de Múnich y ofrece ecos relativamente recientes. Al fin y al cabo, cada generación descubre la sopa de ajo. Es fácil calcular cuántas veces se ha descubierto esta sopa si admitimos que las generaciones duran quince años, otra de las convenciones que debemos al sabio Ortega. Tengámosla por buena, dado el trasfondo. ¿O acaso no fue la suya la voz más autorizada e influyente de entre los europeizantes? «Me importa más Europa que España, y España solo me importa si integra espiritualmente Europa». Pero era 1908.
Más de un siglo después sabemos algunas cosillas. El mérito es solo del tiempo. La pertenencia a la Unión Europea, ente del que Ortega nada podía conocer fuera de algún sueño premonitorio, no solo ha sido un buen negocio que financió infraestructuras y adecentó la España descuidada contribuyendo a la articulación nacional real. También es el lugar donde ciertos valores democráticos esenciales encuentran salvaguarda. Así ha sido, y es justo reconocerlo, a despecho del trabajo diario del Gobierno Sánchez por desprestigiar nuestras leyes y nuestra Justicia. Sombrío esfuerzo el de comunicar que la condena a los golpistas catalanes ha sido una revancha montada sobre normas penales trasnochadas. Y como en cualquier club, si es el propio miembro concernido el que lanza piedras sobre su tejado, él sabrá lo que hace. No parece razonable convencer a un socio de que su sistema es más democrático y justo de lo que él dice. Aunque para probarlo bastaría con consultar las penas que recaerían en cada país miembro sobre unos secesionistas que derogaran la Constitución en una parte del territorio nacional y que organizaran en su casa lo del 6 y 7 de septiembre y lo del 1 de octubre de 2017.
Y así se demuestra que europeizar España y catalanizarla no eran al final lo mismo, sino lo contrario, consistiendo lo segundo en la erección de un régimen de desigualdad ante la ley, privilegios, desequilibrio de poderes y control de los medios.