EL PAÍS 03/11/15
JUAN CRUZ
· Ada Colau utilizó el término «Estado» en una larga entrevista como si se refiriera a algo innombrable
A Rafael Alberti, comunista, una paloma le llevaba al exilio italiano el mapa de España. César Vallejo, que era sobre todo César Vallejo, se dolió tanto de la guerra que pidió que le apartaran el cáliz de aquel sufrimiento cuya sangre hizo que de aquí se fueran León Felipe, Manuel Azaña, Juan Larrea y los rojos de ultramar que luego convirtió en personajes de un libro el catalán-mexicano Jordi Soler. Cuando los poetas se juntaron para rendir homenaje a León Felipe, en México, el asunto era España, su nostalgia; ese nombre que iba por el aire era el espacio moral de una ansiedad. Franco se había quedado con la pistola, decía el poeta de Zamora, pero ellos se habían llevado la canción. Esa era la canción rota de España.
Franco se apropió tanto del país que quiso apropiarse también de España, ese nombre. Pudo más la España de Machado que cantó Serrat, o esa España de Machado que, en Juan de Mairena, late entre el sarcasmo y la rabia civil que el poeta usaba para hacer sus apólogos españoles. Era imposible quitarles España de la boca (como nombre y como espíritu) a los que lucharon por ella hasta el último aliento en los frentes y en los viajes sentimentales de la poesía. No era tan solo un país al que querían volver: es que vivían en España, aunque no regresaran jamás.
Los equívocos que se fabricaron en la Transición han sido tan tercos que hasta ahora suscitan aprobación bobalicona por parte de los que no supieron, o no quisieron saber, que España no era una palabra franquista, sino republicana, anarquista, comunista. Ya hubiera querido Franco haber acuñado esa palabra, ya que quiso acuñar también el país entero. España es una palabra, un territorio sentimental, en el que caben quienes la digan… e incluso los que se niegan a decirla.
Así pues, España es la palabra que designa este país…, aunque algunos se sientan impelidos a olvidarla. Del mismo modo que se olvidan de que Estado fue una palabra con la que Franco y los franquistas de aquel régimen designaban el país sobre el que habían puesto su bota. Entre los que prefieren Estado a España como denominación de nuestro origen nacional hubo en el pasado reciente vascos a los que Unamuno y Machado (o Alberti) les hubieran llamado la atención: ¡mira donde pisas! Muchos catalanes también han asumido esa tendencia a situar España fuera de su vocabulario, como si les apestara.
La última en sumarse a esta tendencia que solo tiene como premio el usar una palabra fea por otra hermosa (España) ha sido la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau. En una entrevista de una hora, con Ana Pastor, en La Sexta, se las arregló el domingo para no decir jamás ese vocablo, España. En su lugar dijo Estado tanto que parecía que hablaba de otro país llamado Estado. Unos días antes, Pablo Iglesias, de quien es tan cercana, le regaló a Rajoy el Juan de Mairena, en el que Machado habla tanto de España. Conviene que lo lea la alcaldesa, y que no tache esa palabra, porque si la tacha se queda sin libro, y sin Machado.