Eduardo Uriarte-Editores
O como convertir la negociación para la investidura en una nueva victoria del procés
No es que de repente me vuelva patriotero, es la preocupación que me produce esta inestabilidad política producto de la supina ignorancia de lo que es y para lo que sirve una nación: voluntad política común, base de toda constitución para la convivencia, espacio para llegar a acuerdos que posibilite el futuro de la ciudadanía…
Que esta ignorancia sea exhibida por la gente normal no es para preocupar en exceso, pero que sea patente por el presidente en funciones y sus ministras en la negociación de su investidura por el Congreso produce vértigo. El hecho de que el futuro presidente busque todos los apoyos en partidos que están contra la Constitución, y que uno de ellos tenga a su líder en prisión por sedición, resulta sencillamente explosivo para cualquier Estado, incompresible para nuestros socios europeos, y terrorífico para los que tenemos la experiencia de los finales trágicos que suelen acarrear las malas decisiones en política. La sentencia del Tribunal Europeo sobre Junqueras no tendría la trascendencia que tiene si no fuera porque su partido es el báculo donde se apoya el presidente del Gobierno.
Hoy, la consecuencia política más grave que se desprende del proceso de negociación para la investidura del presidente es que ésta se ha transformado en una prolongación del procés secesionista en manos de E R C. Una especie, además, de aplicación del 155 sobre España. Ya la hemos balcanizado con media docena de naciones por capricho de Iceta, ya se acepta por el futuro gobierno la naturaleza política del problema nacionalista, del conflicto, deconstruyendo el ejercicio del poder judicial, e inaugurando la nueva etapa política del proceso de secesión, mediante el diálogo, buscando para ello hasta la alianza en Bildu, legalizada con visión de futuro por ZP que anuló la sentencia del Supremo por la decisión del Tribunal Constitucional. Ya en su día se advirtió la reticencia y desgana con que el PSOE, de nuevo en manos de Sánchez, asumió la aplicación del 155, con la espantá de Montilla y el apoyo al derecho de autodeterminación para la independencia, nada menos, de la hoy presidenta del Congreso. El 155 se aplica ahora a España, es el precio que Sánchez está pagando posiblemente con satisfacción.
Amigos de izquierdas, aun aceptando la responsabilidad de Sánchez en la voladura del Estado por la búsqueda de alianzas en el izquierdismo y apoyo en la secesión, no dejan de repartir las culpas hacia la derecha: “la derecha no le han dejado otro camino que mirar hacia donde mira”, dicen. No es cierto, rotundamente falso: a las veinte y cuatro horas de las elecciones Sánchez ya había diseñado el Gobierno y sus apoyos despreciando cualquier negociación a su derecha. Posiblemente porque, como a Zapatero, este es el proyecto que encaja en su ideario. Posiblemente, también, y teóricos socialistas lo apoyan, tras reflexionar que los partidos socialistas que no rompieron a tiempo con sus respectivos sistemas nacionales de corresponsabilización con las derechas hoy están desaparecidos o en profunda crisis, este socialismo aceptó la deriva izquierdista como única salida. Desde ZP el futuro del socialismo español se dirige hacia un bolivarianismo cercano al de Podemos. Aunque signifique volar desde el poder el sistema y con él la nación. Por supuesto, también la Constitución. Una especie de nueva de versión del largocaballerismo que tan responsable fue en el deterioro y crisis de la II República.
No es cuestión, sin embargo, ocultar la responsabilidad que la derecha tiene en este fatídico devenir, especialmente en el colosal e inexplicable error que cometió Rivera, llevando a Ciudadanos al borde de su extinción, tras las elecciones de abril. Cuando ciudadanos tenía una buena parte de los escaños de la Cámara, presencia anhelada por cualquier partido liberal europeo, su práctica fue absolutamente contradictoria con ese rótulo de liberal que no hacía mucho había inaugurado. Lo que hizo fue una oposición rotunda e infantil a cualquier encuentro con Sánchez, facilitándole a éste su rumbo hacia la izquierda, posiblemente lo que éste quería, y a Abascal su subsiguiente éxito electoral. Lo que no ha perdonado el electorado de C’s es que su partido sea una opción no sólo inútil sino provocadora de la inestabilidad que hoy padecemos.
Después de los pasos dados por Sánchez, alcance o no la investidura, la tendencia rupturista promovida por la confluencia de todos los anticonstitucionalistas se verá reforzada, y la conversión del sistema político español en un régimen autoritario de inspiración bolivariana, para lo que se ejercerá toda la presión necesaria sobre el Tribunal Constitucional con el fin de mutar el sistema del 78. La suerte está echada, Sánchez pasó el Rubicón en el abrazo con Iglesias y su acercamiento a la secesión, y enfrente se levantará Vox con una fuerza inusitada. Mal futuro democrático. Urte berri gogor.