Ignacio Camacho-ABC
- Hay una crisis política global y el Gobierno sólo piensa en la cuestión de confianza. Inútil buscar un adulto en la sala
Tres años justos después de la invasión de Ucrania, las democracias occidentales –las únicas que merecen ese nombre– se enfrentan a una sorpresiva crisis del modelo político y el orden de valores vigente durante las ocho últimas décadas. Una sacudida global que amenaza el bienestar europeo, compromete su estructura de defensa y pone en riesgo incluso las libertades constitucionales cuestionadas a derecha e izquierda por la irrupción de partidos de tendencia antisistema. Y he aquí que en España la prioridad del Gobierno se concentra en impedir una votación para solicitar que Sánchez se someta a una moción de confianza en el Congreso. Una iniciativa meramente simbólica toda vez que dicha moción es una facultad exclusiva y personal del presidente, quien por supuesto no piensa ejercerla por mucho que se lo pida la mayoría del Parlamento. Es decir, un debate estéril cuyo resultado carece de efecto más allá de otro hipotético revés de un Ejecutivo acostumbrado a padecerlos.
He aquí sin embargo que la Moncloa ha convertido la citada proposición de Junts en una cuestión de Estado. Los enviados gubernamentales, con Zapatero al frente, han retomado su tejemaneje en Waterloo y hasta han implicado en el caso –humillación sobre humillación– al olvidado mediador salvadoreño que utilizaron para otorgar a la amnistía la apariencia de un proceso de paz internacionalizado. El asunto ha cobrado para el sanchismo una importancia estratégica digna de mejor causa que la de sostener su ya muy precaria alianza con la minoritaria facción separatista catalana, siendo así que lo único que Puigdemont pretende es volver a negociar su apoyo al alza. Y para mayor ridículo, ahora es Vox el que se plantea abstenerse para poner distancia con el prófugo… y con el PP, su verdadero rival en la pugna por la primogenitura de la oposición contra un sanchismo en horas bajas. En la política española actual es inútil buscar un adulto en la sala.
No hay en la nación, por lo visto, ningún problema más urgente. Nada se oye en las Cámaras ni fuera de ellas sobre el gasto militar, ni sobre los aranceles, ni sobre el cada vez más fuerte cuestionamiento del llamado Pacto Verde, ni sobre el rearme de Marruecos al amparo de su relación bilateral con Trump, ni sobre el futuro de las bases hispanoestadounidenses. Ni siquiera sobre la paz en Ucrania, el problema candente que como mínimo exigiría una deliberación parlamentaria donde los partidos clarifiquen sus respectivos papeles. No hay nada que reflexionar ni nadie que piense en los términos racionales que las circunstancias merecen. Aquí sólo se trata de saber si Sánchez puede sostener un poco más de tiempo su sindicato de intereses mientras el mundo que conocemos se derrumba, como en ‘Casablanca’, entre un estrépito de vigas maestras que ceden y dos tipos se juegan el poder a las cartas haciendo trampas bajo el tapete.