JORGE BUSTOS-EL MUNDO
Desde la moción de censura vivimos en el campo semántico de la ruptura, y en congruencia la palabra clave de la sesión de control fue el verbo romper. Pedro Sánchez rompe relaciones con Pablo Casado (aunque luego rompe esa ruptura para ofrecerle un pacto presupuestario); Casado acusa a Sánchez de romper con la Constitución y le pide que rompa con los que rompen España; Albert Rivera rompe la unidad de acción con el PP en la Mesa del Congreso; Pablo Iglesias teme que Sánchez rompa su pacto monclovita con membrete y todo para ponerle los cuernos con la oposición constitucionalista. En España todos rompen menos los que tienen que romper, que es ERC con el partido mutante de Puigdemont: siempre dicen que están a puntito de dejarlo, pero terminan volviendo como las parejas cobardes.
No rompió Casado con su tono duro y su profusión metafórica: las madrasas catalanas, el lodo de TV3, el caballo de Troya sanchista en el sistema del 78 y el tigre por cabalgar del independentismo, que no es el de Blake: «Tigre, tigre, luz prendida en los bosques de la noche, ¿qué mano inmortal, qué ojo pudo idear tu terrible simetría?». Pero ese tigre no es español porque en España manda el federalismo asimétrico del PSOE, por el cual unos españoles que no quieren serlo son más iguales que otros. Sánchez no ha leído a Blake, así que le respondió a Casado con el armamento convencional: extremismo, crispación… y corrupción, servida por la garganta profunda de Villarejo que apunta a Cospedal. Los audios fecales prestaron al Gobierno una munición que se le acabaría si Cospedal dimitiera, concediendo con ello a Casado la baza de aumentar la presión sobre Dolores Delgado.
Se habla mucho de los giros de Rivera, pero la metamorfosis de Coleta Morada en un contable desvelado por los tramos de cotización de los autónomos no es moco de pavo, caballeros. Cualquier mañana nos lo encontramos sonriendo en la portada del boletín de noticias de Baqueira-Beret. El riesgo de la completa institucionalización de Podemos es el masivo retorno de voto útil al PSOE. De medir el apoyo al partido alfa de tu banda ideológica sabe mucho más Rivera, inquieto estratega que nunca se cansa de testar la elasticidad de su criatura, a la que acaba de separar del PP de Casado para devolverla al centro, ese punto inestable que al español le tienen advertido sus mayores que no puede existir. En lo fundamental Cs no se mueve, y por eso Rivera sacó de nuevo el perfil feroz para exigir a Sánchez que se comprometa en público a no indultar a los políticos presos si gana las elecciones. Antes de confesar ese inconfesable chalaneo carcelario del que depende su próxima investidura, Sánchez se comprometería a devolver el Falcon y recuperar el Peugeot. Y ya es comprometerse. Pero a Iglesias no le pasó desapercibido lo que hizo Sánchez en la réplica a Rivera: apeló al votante de Ciudadanos para tejer acuerdos.
Resulta edificante contemplar los progresos de nuestros oradores, y hay que reconocerle a Dolors Montserrat un esfuerzo por vocalizar en sus invectivas contra Carmen Calvo. Esta vez se le entendió perfectamente el ataque a Tezanos, ese experto capaz de augurarle el triplete a Lopetegui. Y aunque Calvo confesó lo que ya saben en El Vaticano –«Mis facultades son normalitas»–, gasta cada día mayores dosis de soberbia. A veces parece que quiere sacar a Franco del Valle solo para quedarse con su plaza.