PEDRO GARCÍA CUARTANGO-ABC

  • Lo esencial no es vencer y convencer, sino destruir al adversario y negarle toda legitimidad. Y en esto es un maestro Pedro Sánchez

Las personas de mi edad recordarán aquel eslogan que tanto éxito tuvo en los años 60: «España es diferente». Nunca he creído en esa especificidad, pero hay que reconocer que la conmemoración de los atentados del 11-M demuestra que sí somos diferentes.

Si el terrorismo sirvió para unir a los franceses cuando París sufrió la masacre de Bataclan, cerca de donde yo vivía en el boulevard Voltaire, los crímenes cometidos por los yihadistas en nuestro país hace veinte años sirvieron para fracturar a la sociedad y agudizar la división entre los dos grandes partidos. España sí fue y es diferente porque ayer se repitió miméticamente ese sectarismo por no decir cainismo que caracteriza nuestra historia desde hace dos siglos.

El Gobierno no invitó a Feijóo al acto institucional con los Reyes, y el PP organizó un homenaje en la Puerta del Sol donde no había ningún ministro ni alto dirigente del PSOE. Fue el corolario de un fin de semana en el que reapareció la guerra de relatos. En esa pugna, lo de menos son los hechos, lo importante es aprovechar el asunto para demostrar que el otro es un mentiroso.

Dado que los atentados se llevaron la vida de 192 personas, lo prudente hubiera sido convertir la jornada en un homenaje a las víctimas y reparar el dolor que sufrieron. Pero no. La efeméride sirvió para evidenciar lo que se detestan la izquierda y la derecha y la imposibilidad de ponerse de acuerdo sobre nada. No hay mucho de lo que enorgullecerse de aquellos cuatro días de marzo de 2004. Si acaso, la solidaridad ciudadana. O la ausencia de xenofobia y de sed justiciera en la reacción popular.

Por una curiosa coincidencia, el domingo se celebraron elecciones en Portugal. El centro derecha ganó por los pelos y el candidato socialista se comprometió a dejar gobernar al vencedor para evitar un pacto con los ultras. Un ejemplo del que deberíamos tomar nota y aprender cómo se comportan los líderes en otras democracias.

Siguiendo la tradición goyesca, aquí somos partidarios del garrotazo. Lo esencial no es vencer y convencer, sino destruir al adversario y negarle toda legitimidad. Y en esto es un maestro Pedro Sánchez, que ha dividido a los españoles entre los que pertenecen a la ‘fachosfera’ y los que la combaten. No hay matices ni término medio.

Los golpes de Estado, asonadas, dictaduras, cambios constitucionales y violencia en la calle han marcado nuestra historia reciente. Pero ya se ve que no hemos aprendido nada. Somos inasequibles al desaliento. Lo importante es dar un estacazo a los demás y negarles cualquier razón o dignidad. Incluso si dices estas cosas te llaman cobarde y melifluo porque hay que optar por unos o por otros. Está escrito en el Evangelio de san Mateo: «Una casa dividida se derrumba». El milagro es que hayamos sobrevivido así tanto tiempo.