- No cabe duda de que existe nerviosismo y preocupación en relación con la crisis energética y económica existente y su previsible empeoramiento
El acceso al gas se está convirtiendo en una dificultad para Europa. De un lado, el conflicto de Ucrania por sí solo está influyendo de modo decisivo; por otro, las sanciones impuestas por Estados Unidos y Europa (incluido Reino Unido) están contribuyendo a restringir la compra de petróleo, gas y energía rusos. A todo ello, hay que añadir el reciente anuncio del Gobierno ruso según el cual se prohíben las exportaciones de materias primas como medida de protección de la industria nacional.
El pasado 6 de marzo, el Gobierno español contactó con el argelino para tratar de garantizar el suministro de gas argelino, a pesar de que tanto el ministro de Asuntos Exteriores, Unión Europea y Cooperación como la ministra de Transición Ecológica ya lo hicieron desde octubre de 2021; en esta fecha, José Manuel Albares aseguró que “Argelia garantiza el suministro de gas a España y satisfará la demanda”. No cabe duda de que existe nerviosismo y preocupación en relación con la crisis energética y económica existente y su previsible empeoramiento.
El impacto total que la subida del precio del gas tiene en las economías, tanto en la esfera pública como en la privada, es muy negativo y contrario a los intereses nacionales. A las familias y a las empresas les afecta tanto el coste de la energía como el incremento del IPC, pues la práctica totalidad de los bienes han visto cómo sus precios han seguido la misma tendencia alcista. En el sector público, sobra decir que la evolución del IPC tiene efectos negativos de alto impacto en el país. Sin intención de desanimar, el panorama no parece que vaya a mejorar en los próximos meses.
Si bien España ha apostado por las energías renovables, la dependencia actual del gas para la producción de energía eléctrica es muy alta. En Europa también existe una gran dependencia del gas, pero del gas ruso. En el caso español, Argelia es el principal suministrador. El reciente anuncio de Rusia de prohibir las exportaciones de materias primas ha aumentado la probabilidad de que se interrumpa el suministro de gas ruso a países de Europa central y, aunque España recibe una mínima cantidad de gas ruso, también existen motivos para la preocupación. Pensemos en que, junto al conflicto de Ucrania, debemos dedicar algo de nuestra atención al existente entre dos de nuestros vecinos: Argelia y Marruecos.
El contencioso existente entre Marruecos y Argelia sigue activo y, desde el 31 de octubre de 2021, está cortado el gaseoducto del Magreb, que sale de Argelia, cruza Marruecos y llega a la Península. El gas argelino sigue entrando en España por el trazado de Medgaz, que va desde Argelia a Almería, pero en menor cantidad, por las características y capacidad de este ramal. El objetivo principal de esta decisión del Gobierno argelino era perjudicar a Marruecos, su adversario tradicional, pero España sufre un daño colateral nada desdeñable. En este sentido, Argelia, inmediatamente después de cortar el suministro de gas por el gaseoducto del Magreb, advirtió a España de que no debía, bajo ningún concepto, suministrar a Marruecos gas argelino.
Si cruzamos la situación del suministro del gas ruso y la del gas argelino, identificamos una oportunidad para los intereses españoles; no solo económicos sino también geopolíticos y estratégicos, a saber: convertirse en una entrada alternativa de gas hacia Europa. Ahora bien, aprovechar esta oportunidad conlleva promover iniciativas en la Unión Europea para la construcción de gaseoductos que permitan conectar los españoles con el resto de Europa para reducir la dependencia de Rusia.
Una oportunidad para los intereses españoles»
En este punto, surge un escollo que debe salvarse: convencer a Francia para que permita la prolongación de los gaseoductos peninsulares rumbo al resto del continente. Este obstáculo presenta dos agravantes: que Francia es una “isla energética” por su defensa de la energía nuclear, y tradicionalmente se ha negado a esta idea; y que, durante el primer semestre de 2022, Francia preside la Unión Europea, de manera que le resultará relativamente sencillo paralizar cualquier proyecto contrario a sus intereses nacionales.
El pasado 28 de febrero, Argelia anunció que incrementaría el flujo de gas hacia Europa a través del gaseoducto que entra en Europa por Italia: con esta medida, aporta seguridad energética a Europa, gestiona una oportunidad sin precedentes y mantiene su “castigo” a Marruecos. Como nota curiosa, pensemos que Argelia, a lo largo de su historia reciente, ha estado más vinculada a Rusia que al bloque occidental, salvo Francia, aunque con matices.
Si avanzamos en el calendario, desde la noche del 1 de marzo se han producido asaltos masivos a la valla de Melilla. Las casualidades existen, pero no todas las coincidencias son accidentales. Está demostrado que Marruecos emplea la inmigración ilegal como instrumento de presión política frente a España y que los asaltos a la valla de las ciudades autónomas -Ceuta y Melilla- son el resultado de los planes marroquíes o, al menos, de la inacción o permisividad de la Gendarmería marroquí, que hace lo que le ordenan o sugieren. A la vista de la situación actual, el pensamiento crítico y estratégico nos obliga a reflexionar sobre el objetivo que persigue Marruecos, pues detrás de cada acción hay una causa y un fin. ¿Pretenderá forzar a España para que presione a Argelia y que este país reabra el conocido como gaseoducto del Magreb? Marruecos conoce la posición de España y los efectos que para nuestro país tendría elegir a Italia como “principal receptor del gas argelino hacia Europa”. Marruecos sufre la falta de gas argelino desde hace meses y, además, no vería con buenos ojos que su enemigo oriental saliese beneficiado del conflicto de Ucrania, tanto económicamente como en su reputación ante la Unión Europa y la OTAN.
Detrás de cada acción hay una causa y un fin»
Solo pretendo llamar la atención, invitar a la reflexión y tratar de fomentar el empleo del pensamiento estratégico para no perder de vista dónde está la principal amenaza para nuestra estabilidad y seguridad nacional, y la autonomía estratégica de la que tanto se habla en los últimos meses.
Ana Páramo. Analista de Inteligencia. laescueladeinteligencia.es