Isabel San Sebastián-ABC
- Esta gran nación determinante en la historia del mundo ha caído en la irrelevancia por culpa de Zapatero y Sánchez
Hubo un tiempo en el que España desempeñaba un papel protagonista en las relaciones internacionales. No me refiero a la época de Carlos V o Felipe II, que también, sino a fechas mucho más recientes. Sin ir más lejos, los años de Felipe González, durante los cuales nuestro país se incorporó a la OTAN y reconstruyó la influencia decisiva que había ejercido en Hispanoamérica, o los de José María Aznar, que apostó por el eje atlántico sin perder peso en Europa y logró que los Estados Unidos nos consideraran un aliado estratégico. Nada queda de ese gigantesco esfuerzo. Con José Luis Rodríguez Zapatero se inició un declive que Mariano Rajoy no supo enderezar y ahora, de la mano de Pedro
Sánchez, esta gran nación determinante en la historia del mundo ha caído en la irrelevancia, sufre humillaciones constantes y carece de política exterior.
La responsable de esa cartera, Arancha González Laya, que al ser nombrada anunció, campanuda: «Spain is back» (España ha vuelto), es la cara visible del problema, aunque no su causa. Su incompetencia es tan manifiesta como su desconocimiento de lo que significa la palabra ‘diplomacia’. De hecho, no pertenece a una carrera enormemente exigente, muchos de cuyos miembros asisten avergonzados al destrozo que su gestión está causando en la tarea silenciosa de tender puentes, hacer amigos, obtener información y asistir debidamente a los compatriotas en el extranjero, que es en lo que consiste la función de los embajadores y cónsules. Tan es así, que desde el mes de febrero la jefatura de nuestra Embajada de Londres está vacante, lo que significa que nadie con suficiente peso se encarga de conseguir que el Reino Unido nos otorgue el semáforo verde que permite a los británicos venir a España de vacaciones sin tener que guardar cuarentena al regresar a sus casas. Una exclusión de consecuencias devastadoras para el sector turístico patrio. En paralelo a este fracaso debido a su negligencia, la ministra nos ha enemistado a la vez con Argelia y con Marruecos, de quienes dependen el suministro de gas y el control de los flujos migratorios, además de conseguir que la voz de Madrid se ignore así en la América que habla español, donde la libertad retrocede a un ritmo vertiginoso, como en el seno de la UE. Alguien con semejante bagaje jamás habría aprobado la oposición para acceder al cuerpo.
La señora Laya, no obstante, es un personaje menor y prescindible; el síntoma de un mal que la trasciende con creces. Si Washington nos da la espalda para alinearse con Rabat, el presidente Biden desprecia al jefe de nuestro Gobierno en su gira europea y en la liga de las naciones jugamos en tercera división, es porque pagamos las deudas contraídas por Zapatero y su discípulo, Sánchez, con comunistas, bolivarianos, separatistas golpistas y demás especies ajenas al hábitat democrático. Por culpa de esos sectarios España naufraga hoy sola.