ISABEL SAN SEBASTIÁN, ABC – 28/07/14
· Envenenaron la convivencia, atizaron el enfrentamiento y la división para convertir la Generalitat en su cortijo.
Cómo apesta a podredumbre esa senyera en la que se envolvieron durante lustros a fin de tapar sus vergüenzas. Qué olor a mentira, a burda coartada, desprenden hoy las palabras del «molt defraudador» Jordi Pujol, cuya rapacidad sembró las bases de la peor crisis política que atenaza a España y por tanto a Cataluña. Cuánta infamia es capaz de asumir un ser humano con tal de acumular riqueza…
Si el origen del nacionalismo se sitúa en el afán de la burguesía catalana por proteger sus intereses comerciales, cambiando la distribución de los monopolios y aranceles vigentes hasta entonces en el territorio nacional, el del separatismo rupturista cae todavía más bajo, ya que responde esencialmente al deseo de ocultar una corrupción generalizada. A la necesidad de justificar, culpando a la «pérfida España», la ruina provocada en la comunidad autónoma de Cataluña por esa rapiña sistémica instaurada por los gobiernos de CiU y plasmada en comisiones ilícitas cobradas hasta por respirar.
Al propósito deliberado de desviar la atención de la ciudadanía de esa hedionda lacra corrosiva, entreteniéndole con mitos lingüísticos, leyendas históricas y sobre todo victimismo, un mecanismo infalible de manipulación de masas. A una estrategia bien urdida y mejor puesta en práctica destinada a canalizar la ira de los esquilmados hacia una «madrastra» inocente, proporcionándoles un enemigo al que odiar mientras los auténticos ladrones seguían llenándose los bolsillos y riéndose del respetable.
Todo el mundo lo sabía y todo el mundo lo consintió. Pasqual Maragall amagó en una ocasión con destapar el pastel, espetándole al entonces president Pujol aquello de «usted tiene un problema que se llama tres por ciento», pero se quedó corto en el porcentaje y cobarde en la denuncia. Los gobiernos, todos los gobiernos del PSOE y el PP tuvieron que manejar pruebas o al menos sospechas fundadas, aunque optaron por mirar hacia otro lado en un cambalache mezquino consistente en garantizar impunidad a los corruptos a cambio de que ellos se abstuvieran de cumplir su amenaza sediciosa. Pero el monstruo que crearon creció, el independentismo suicida de ERC ha tomado la delantera al nacionalismo instrumental de CiU, las arcas llevan tiempo vacías, la verdad se abre paso gracias a la investigación incansable de la prensa independiente no subvencionada (o sea, de la madrileña) y la suerte parece echada, por lo que llega el momento inevitable de airear la gran cloaca.
Decían que España les robaba. Los cachorros del pujolismo llegaron incluso a orquestar una campaña publicitaria explícita, que mostraba al ratero «España» quitando sinuosamente la cartera a la incauta «Cataluña». Sembraron de odio las mentes de varias generaciones, fomentaron la división, envenenaron la convivencia, atizaron el enfrentamiento sin otra finalidad real que convertir la Generalitat en un cortijo desde el cual enriquecerse ellos y engrasar generosamente la maquinaria del partido. ¡Qué asco! Ahora no hay más vía que la Ley y la firmeza. Se acabaron los chantajes y las cortinas de humo.
La Justicia debe actuar con celeridad para castigar ejemplarmente tanto al «clan» como a sus cómplices, asegurándose de que nunca vuelvan a ensuciar la gestión pública metiendo sus manos en ella. Y el Gobierno, Mariano Rajoy, no puede sino honrar el juramento que le obliga a cumplir y hacer cumplir la Constitución, sin atajos ni sobornos ni medidas de apaciguamiento. España lo demanda y lo merece.
ISABEL SAN SEBASTIÁN, ABC – 28/07/14