Teodoro León Gross-ABC

  • Sanchilandia es la España de primera categoría de Sánchez frente a lo que llaman desdeñosamente el Estado, el resto de España donde por demás pierden

No deja de ser una ironía que quienes celebran que se pite el himno de España desde la primera nota, como ha vuelto a suceder en la Copa de la Reina en Huesca o este domingo en el frontón de Guernica, aunque sin el eco de esas finales masculinas entre Barça y Athletic de Bilbao que tuvieron impacto global, con la falta de respeto al Jefe del Estado de tantas diadas y kermeses vascas donde se queman banderas de España o imágenes del Rey…, se rasguen las vestiduras y denuncien la falta de respeto imperdonable de no ponerse un pinganillo o ausentarse mientras usan una lengua territorial que el otro no entiende. Lo máximo que pueden reprocharle a Ayuso con su ‘performance’ fallida de la Conferencia de Presidentes es: «Oiga, ¡no sea usted como nosotros! Respete nuestras costumbres propias, sobre todo la de ciscarnos en los símbolos nacionales de ustedes». Por supuesto el PSOE siempre estará del lado de los nacionalistas y sus cínicas jeremiadas de estricto ‘bullshit’.

Hay anécdotas, según la regla de Eugenio d’Ors, que se pueden elevar a categoría. La Conferencia de Presidentes se planteó para tomar a todos los barones como rehenes en una fotografía con pinganillo. Sánchez quería ese acto en Pedralbes, con el Rey, el ‘lehendakari’ y el ‘president’ y todas las banderas, para presentarse como el garante de la España plural y del ‘España no se rompe’. Parecen incapaces de entender que el problema es que no se rompe pero sí se pudre, con Sánchez fomentando un país de dos velocidades con ciudadanos de primera y de segunda. Allí estaba negando una financiación justa a comunidades castigadas mientras Cataluña enarbolaba el cupo insolidario, que es el precio pagado para investir a Illa, y Euskadi reclamaba un nuevo cupo energético para su larga lista de privilegios ventajistas. Eso es Sanchilandia y responde a una cuestión aritmética simple: en 2023, el sanchismo se sostuvo tras sacar su bloque 48 escaños de ventaja al PP en Cataluña y País Vasco.

Sanchilandia es la España de primera categoría de Sánchez frente a lo que llaman desdeñosamente el Estado, el resto de España donde por demás pierden. A Sánchez le interesa esa asimetría para excitar el voto a Vox, que es combustible esencial para movilizar a su electorado y para abonar la fidelidad perruna de sus socios nacionalistas, que hacen más caja cuanta más debilidad tiene el sanchismo. Por eso cuanto peor, mejor. Los sondeos revelan que la corrupción y la degradación institucional, del TC al Banco de España, se han convertido en factores identitarios de un Gobierno que ataca el Estado de derecho, y ahí está la amnistía demoledoramente descalificada por la Comisión ante el Tribunal de Justicia de la UE, y embiste contra el poder judicial, que hoy hará un paro simbólico, mientras el fiscal general va al banquillo, también su mano derecha en el asalto al poder, su hermano aunque aforen al responsable de la operación… España se pudre, pero Sanchilandia va bien.