Antonio Robles, LIBERTAD DIGITAL, 9/12/11
Una y mil veces he denunciado esa “pedagogía del odio” del nacionalismo catalán, pero nunca se me ha ocurrido que el antídoto a la toxicidad de su ideología sea cerrarles la boca por imperativo legal. Un abuso contra la libertad de expresión. Sin más.
Es una mala decisión impedir enarbolar expresiones como «expolio fiscal» o «España nos roba» en el Parlamento de Cataluña. Su presidenta, Núria de Gispert, así se lo ha hecho saber al diputado López Tena. Me opongo, a pesar de los escalofríos que aún provocan expresiones similares proferidas por los nazis contra los judíos. El problema no está en prohibir, sino en no oponerle resistencia.
Una y mil veces he denunciado esa «pedagogía del odio» del nacionalismo catalán, pero nunca se me ha ocurrido que el antídoto a la toxicidad de su ideología sea cerrarles la boca por imperativo legal. Un abuso contra la libertad de expresión. Sin más. No me detendré en argumentar la defensa de la libertad de expresión, es otro el objeto de este artículo, porque son otras razones distintas a ella lo que preocupa a la segunda autoridad de Cataluña.
La presidenta pretende asear en el Parlamento lo que sus correligionarios de CiU y demás corifeos del negocio nacional ensucian a diario en los medios. Se encuentran incómodos con los detritus visibles y mal olientes servidos en bandeja de plata parlamentaria por los más bocazas del negocio nacional. Vamos, esos niños o borrachos que dicen en público lo que sus padres maquinan en privado. Se encuentran incómodos con las formas chuscas que deterioran su imagen forzada de europeos aseados. Prefieren eufemismos tóxicos simulados tras la senyera, que cada día, en cada emisora, con cualquier excusa, esparcen entre los ciudadanos para inducirles a pensar que España no merece la pena porque nos roba lo que es nuestro.
¿Qué son si no las recomendaciones de Jordi Pujol instando a Artur Mas a organizar un referendo sobre el «expolio fiscal», y el presidente amenazando con convocarlo? ¿Qué son si no las insinuaciones de robo dirigidas al Gobierno español, de Francesc Homs, secretario general de Presidencia y portavoz del Gobierno de Artur Mas, acusándolo de «moroso«? ¿Qué son si no losdesplantes de Artur Mas o Montilla a la celebración del Día de la Constitución? ¿Qué son si no las declaraciones de Durán i Lleida a cuenta del PER contra los andaluces acusándoles de pasarse la vida en el bar de la esquina o sus alusiones al «expolio fiscal» antes, durante y después de la campaña electoral? ¿O las del portavoz de CiU en el Parlamento de Cataluña, Jordi Turull o el congresista Carles Campuzano (CiU), o de la misma Núria Gispert armada de amenazas veladas si Cataluña no obtiene el concierto económico? ¿Qué son si no los editoriales como los de hoy mismo en La Vanguardia esparciendo la sospecha, mediante una verdad a medias, de que el Estado está timando al actual Govern de CiU? ¿Qué son si no las infinitas campañas y referencias a las balanzas fiscales y al supuesto déficit fiscal del resto de políticos nacionalcatalanistas y sus corifeos periodísticos en los medios de comunicación nacionalistas…?
La hipocresía de la presidenta del Parlamento catalán y sus socios políticos en el negocio nacional no tiene límites. El problema no son las acusaciones retrógradas, más propias de la mentalidad estamental del Antiguo Régimen que del Estado Social y Democrático de Derecho en que vivimos. No, el problema no son las acusaciones de «España nos roba», el problema es que no contesten indignados políticos, periodistas e intelectuales contra lenguaje tan ponzoñoso y tan miserable sentido de la justicia distributiva y progresividad fiscal. Esa es la cuestión, honorable presidenta. Y usted en eso, falla la primera. En el Parlamento prohíbe y en TV3 colabora con la cizaña. ¡Cuánto sepulcro blanqueado!
Antonio Robles, LIBERTAD DIGITAL, 9/12/11