Fernando Garea-El Español
  • Las elecciones municipales y autonómicas marcarán el camino hacia las generales de diciembre, tras una campaña liderada por Sánchez y Feijóo.

«Comparto contigo la necesidad de pasar página y abrir un tiempo nuevo (…) El 28 de mayo podemos dar el primer paso», asegura Alberto Núñez Feijóo en la carta que acompaña a la de sus candidatos a las elecciones municipales y autonómicas de este domingo.

El líder del PP alude a su intención de iniciar el camino hacia la Moncloa con victorias de su partido en comunidades y ayuntamientos. Ganar las elecciones del 28 de mayo no le garantiza la victoria en las generales de diciembre, pero la acercan, porque los cambios de Gobierno vienen casi siempre precedidos de vuelcos en elecciones como las de hoy.

Su modelo es el de 1995, cuando a un vuelco a favor del PP en municipales y autonómicas anticipó la victoria de José María Aznar en marzo de 1996 frente a Felipe González.

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Al otro lado, para Pedro Sánchez y el PSOE un buen resultado hoy les permitiría creer la posibilidad de resistir al empuje del PP, sobreponerse al desgaste del Gobierno central, disipar el convencimiento de que diciembre traerá un triunfo de la derecha y mantener una cierta tranquilidad para afrontar las generales.

El presidente del Gobierno ha quemado las naves en esta campaña electoral con su sobreexposición para desesperación de sus candidatos y barones, que hubieran preferido centrar la agenda electoral en su gestión o en asuntos de sus territorios.

Si el PSOE salva los muebles, Sánchez engordará su leyenda de resistente, pero si ocurre lo contrario deberá asumir gran parte de esa derrota por haber interferido en las campañas de sus candidatos.

Los socialistas tienen el gran problema de que en 2019 lograron un resultado extraordinariamente bueno, tanto que ahora será muy difícil de repetir. Entonces consiguieron anticipar en esas elecciones la victoria en generales y el ciclo de la izquierda. Ahora las previsiones de las encuestas son muy apretadas y pendientes de muy pocos votos.

El PSOE aspira a mantener su poder autonómico en comunidades como Castilla-La Mancha, Extremadura, Comunidad Valenciana y La Rioja y, además, sumar el Ayuntamiento de Barcelona.

En este último caso, Sánchez se juega con el candidato Jaume Collboni la ratificación de su trayectoria en Cataluña, basada en el diálogo y en medidas arriesgadas como el indulto de los condenados por el procés y el cambio de los delitos de sedición y malversación. Se juega la continuidad de su hoja de ruta que seguiría con Salvador Illa al frente de la Generalitat.

El PP necesita arrebatar al PSOE alguna de esas comunidades, además de consolidar con mayorías más amplias la Comunidad y el Ayuntamiento de Madrid y el gobierno regional de Murcia.

La fragmentación política

El problema de Feijóo es que esas hipotéticas victorias estarían empañadas por el hecho de que en casi todos los casos sólo gobernaría si lograra pactar con Vox y la extrema derecha ya ha señalado que en esos casos sólo apoyaría las investiduras si hay gobiernos de coalición.

Esos pactos con Vox tendrían contraindicaciones y coste para las elecciones generales de diciembre. Por eso, si se dan las circunstancias, es probable que el PP antes de pactar con Vox dé el rodeo de proponer al PSOE de forma retórica un acuerdo para que gobierne la lista más votada.

Esa vía le sirve también al PP porque es probable que los de Feijóo sean los más votados en varias comunidades y, sin embargo, no puedan completar mayorías para gobernar.

Es decir, el PP podrá alardear esta noche de haber ganado por el ser el más votado en esas comunidades, pero habrá perdido en junio cuando se constituyan gobiernos autonómicos y ayuntamientos.

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Su objetivo es ganar en número de votos en el conjunto de las municipales, una cifra mágica que resume un triunfo, pese a las peculiaridades de cada candidato, cada comunidad y cada ayuntamiento. El PP no gana unas elecciones en toda España desde 2016 y en 2019 el PSOE ganó con una ventaja de siete puntos.

Si Feijóo quedara lejos de las expectativas volverían al PP los «tambores de guerra» y los rumores (interesados) sobre las opciones de la previsible triunfadora de hoy: Isabel Díaz Ayuso.

En esa duda sobre el inicio de un nuevo ciclo político se incluye también el futuro de las formaciones políticas a la izquierda del PSOE. El fin del bipartidismo y la fragmentación política hace que la pugna para las generales se plantee entre el bloque de la derecha y el bloque de la izquierda, es decir, PP y Vox frente al PSOE y todos los demás.

Hoy se juega el futuro de Sumar, porque dependerá de la situación de partidos que formarán la coalición como Más País, Compromís y los comunes y porque se aclarará si Podemos está en condiciones de negociar con fortaleza con Yolanda Díaz. Si queda fuera de parlamentos y ayuntamientos o si es decisivo en algún gobierno autonómico.

Otras batallas son las del PNV con Bildu en los ayuntamientos y diputaciones vascas y la de ERC contra Junts en los ayuntamientos catalanes por la hegemonía en el independentismo catalán.

Las elecciones de hoy llegan precedidas de una campaña peculiar en la que Sánchez ha usado el arma de los anuncios de medidas que se aprobaban en Consejo de Ministros, Feijóo ha optado por agrupar el voto crítico al Gobierno de coalición con la expresión «derogar el sanchismo» y, sin embargo, lo que ha dominado es el lodo. Primero por la inclusión de terroristas convictos en las listas de EH Bildu y luego por los escándalos, como los de compra de votos que han afectado, sobre todo, al PSOE.