Isabel San Sebastián-ABC
- La permanencia de Sánchez en el poder es tan peligrosa que todas las encuestas señalan un vuelco electoral
Desde el arranque de la democracia, nunca se dio en España una situación que demandara con tanta urgencia la convocatoria de elecciones generales. Porque si el actual Gobierno nació lastrado por la debilidad y dependencia de fuerzas independentistas, su gestión ha demostrado con creces los efectos devastadores derivados de esa subordinación y el riesgo extremo que entraña la permanencia en el poder de un presidente dispuesto a todo con tal de conservar la poltrona. Un peligro tan real, tan claramente percibido por la ciudadanía, que todas las encuestas apuntan desde hace semanas a un vuelco demoscópico que otorgaría la mayoría absoluta a un ejecutivo de centro-derecha, leal a la Constitución. Lo cual equivale a decir que los españoles pedimos a gritos la posibilidad de votar para expulsar de La Moncloa a quien pretende robarnos la soberanía sobre una patria que la Carta Magna proclama común e indivisible.
Pedro Sánchez obtuvo una victoria pírrica en 2019, prometiendo hacer exactamente lo contrario de lo que después hizo, y desde entonces no ha dejado de mentir, discriminar (siempre a favor de Cataluña y contra Madrid), destruir el prestigio internacional de nuestro país y liquidar los últimos vestigios del socialismo que un día fue obrero y español. Si para alcanzar la Presidencia sentó a su derecha a Iglesias y regaló a los podemitas pesebres ministeriales tan costosos como inútiles; si suplicó el respaldo de terroristas y golpistas a cambio de compromisos inconfesables, ahora es rehén de esos chantajistas que exigen cobrar su deuda: los indultos políticos que el mismo Sánchez tildaba de escandalosos cuando, como diría Carmen Calvo, era el candidato del PSOE y no el jefe del Ejecutivo, la mesa de negociación de un referéndum de autodeterminación al que Salvador Illa busca ya un nombre eufemístico, o las maniobras precisas para brindar impunidad a sediciosos, asesinos y demás enemigos jurados de una España de ciudadanos libres, iguales y sujetos al imperio de la Ley. Un pago del que depende su permanencia en el despacho, cuyo importe supera holgadamente lo que el marco legal vigente le permite gastar. De ahí su empecinamiento en someter a la Justicia, afortunadamente reacia a dejarse yugular. De ahí su determinación de silenciar a los medios de comunicación y periodistas críticos. De ahí la pérdida de legitimidad señalada con dedo acusador por los sondeos, que muestran igualmente la irrelevancia de Podemos. De ahí también, por supuesto, la manifestación de Colón y las que vendrán, con el afán de denunciar ese daño irreparable a nuestra nación.
Si Sánchez tuviera honor, si conociera la vergüenza y respetase el cargo que ocupa, disolvería hoy mismo las Cortes para salir de este atolladero devolviendo la voz al pueblo. Para nuestro mal, empero, la ambición y el narcisismo son sus únicos motores. Por eso seguirá huyendo mientras pueda hacia adelante, hasta caer en el precipicio al que acaso nos arrastre a todos.