Juan Mari Gastaca, EL PAÍS, 3/8/12
Iñaki Azkuna, asentado como alcalde de Bilbao en la única mayoría absoluta ahora existente en Euskadi, no se mira en el espejo político cuando toma una decisión. Lo hace porque entiende que es necesario, porque le incumbe. Ya es suficiente. Ni siquiera rompe esta norma cuando solicita una audiencia privada al Rey, en un gesto que, como bien sabe, provoca hilaridad en las bases del PNV, su partido, y que alimenta, de paso, las fáciles críticas del entorno abertzale, donde su figura tradicionalmente siempre aparece como un icono endemoniado. Su reciente encuentro fue, sin duda, mucho más que una visita de cortesía. Más de allá de su duración -45 minutos dan para mucho-, posiblemente el foco más certero para interpretar la entrevista debería ponerse en el momento en que se produce. En sus frecuentes discursos a ras de suelo, Azkuna ya ha evidenciado que se siente concernido por la deriva económica de España. Y lo proclama con la misma frecuencia con la que le acechan en su gestión las consecuencias de este incierto devenir, consciente de que Bilbao y Euskadi, sobre todo en su pequeña y mediana empresa, se sienten excesivamente dependientes del latido industrial del resto del Estado. Lejos de incorporarse al discurso nacionalista de que la marca España arrastra fatídicamente a la economía vasca al precipicio, Azkuna ha evitado las lecturas políticas en un escenario tan tétrico. Sabedor de su predicamento social ha vuelto a elaborar un mensaje en el que proyecta popularmente la gravedad del momento para así procurar una mayor sensibilización, pero sabe que el debate político es mucho más voraz. Claro que la recesión fluyó sobre la audiencia del Rey al alcalde de Bilbao, pero probablemente lo hiciera desde la inquietud, palpable por evidente, que supone la contribución de esta crisis al fomento del espíritu independentista. También aquí, Cataluña y País Vasco van de la mano. El Rey, al igual que el Príncipe, conocen el posicionamiento ideológico de Azkuna, que arropa, además, de un reconocido poso enciclopédido de difícil comparación en el resto de la clase política vasca. Favorecido posiblemente por esta condición, pero comprometido desde su cargo institucional con la razón de Estado, nunca ha extrañado que el veterano alcalde de Bilbao contextualizara más de un gesto, a presente y a futuro, de la monarquía española. En este clima, no le resultará complicado arrancar de la Corona el respaldo a la proyección internacional de la capital vizcaína que supondrá, en el próximo mes de noviembre, el Foro Internacional de Alcaldes, que hasta ahora jamás ha salido de Singapur. Pero, desde luego,para cuando surgió este asunto ya se habían consumido los tres cuartos de hora de la cita.
Juan Mari Gastaca, EL PAÍS, 3/8/12