EL MINISTRO Fernández, en lugar de alardear y apuntarse el éxito, tuvo la prudencia, para evitar alarmas, de disminuir o silenciar la acción de las Fuerzas de Seguridad al desarticular en los últimos años varios atentados del terrorismo yihadista que hubieran ensangrentado España en proporción no inferior a lo ocurrido en Francia o Alemania. Si la prudencia política aconsejaba la discreción, el deber periodístico exige la información, como ha hecho Óscar López-Fonseca en Vozpopuli. Los periodistas solo somos los administradores de un derecho ajeno: el que tienen los ciudadanos a la información.
Y bien. Sin tapujos ni veladuras, es necesario afirmar que España está en el punto de mira del califato, es decir, del Estado Islámico. Gracias a la eficacia de nuestras Fuerzas de Seguridad y servicios de inteligencia, así como de la estrecha colaboración con Marruecos y otras naciones, se han conseguido abortar atentados yihadistas de considerable magnitud.
En 2016 se han contabilizado, según el informe de López-Fonseca, 42 advertencias a España en los medios audiovisuales del Estado Islámico y sus cómplices de Al Qaeda y otras bandas terroristas. Cuando un italiano contempla el acueducto de Segovia no experimenta el menor sentimiento de reivindicación. Cuando un yihadista se detiene ante la Alhambra granadina o la mezquita de Córdoba, se despiertan en él vehementes deseos de reconquista. «Esta será la generación que conquistará Damasco, Bagdad, Jerusalén, la Meca, Medina, Roma y Al Andalus», se decía en La generación del Califato, un espacio audiovisual del Estado Islámico.
Para los yihadistas y una parte no desdeñable del entero mundo árabe, existe un Al Andalus norte, que es España, y un Al Andalus sur, Marruecos y su entorno. Tierra de musulmanes, una parte sustancial de España forma parte de la reivindicación yihadista. Sus instrucciones de atacar a los «criminales españoles» están claras: «Secuéstralos, decapítalos», «vamos a matar a cualquier infiel español si lo encontramos en tierras musulmanas». Y tierras musulmanas son para el yihadismo las de España.
No se trata de crear innecesarias alarmas. Sí conviene advertir que nuestra nación está en el punto de mira del mismo yihadismo que ha provocado los últimos atentados en Francia y Alemania. No se trata de una especulación. Tuvimos un 11-M especialmente sangriento. Desde entonces han sido desarticulados varios comandos yihadistas que estaban preparados para atentar. Hay que confiar en que los servicios de inteligencia españoles, nuestra policía y nuestra guardia civil, continúen teniendo éxito en la compleja lucha contra el yihadismo. Pero sin hacerse demasiadas ilusiones. Se puede combatir a los terroristas cuando estos aspiran a salvar sus vidas. Es casi imposible evitar los atentados perpetrados por suicidas. Los musulmanes en España son, en su inmensa mayoría, pacíficos y en gran parte de las mezquitas reina la espiritualidad profunda de la doctrina coránica. Está claro, sin embargo, que existe una minoría yihadista dispuesta al crimen y hay que estar preparados para reaccionar con serenidad si se produjera una situación como la que recientemente han padecido en Francia o Alemania.