Editorial-El Español

El gobierno de Pedro Sánchez ha tomado dos decisiones que revelan una preocupante deriva en la posición geoestratégica de España: el rechazo definitivo a la compra de cazas F-35 estadounidenses y la persistente y en buena parte inexplicable alianza comercial con la china Huawei.

Estas decisiones no sólo debilitan los lazos con nuestros aliados tradicionales del bloque occidental, y muy especialmente con Estados Unidos, sino que colocan a España en una peligrosa ambigüedad estratégica que compromete nuestra seguridad nacional.

Especialmente a la vista de la sintonía cómplice entre el Gobierno de Donald Trump y la monarquía marroquí.

Este miércoles, el Ministerio de Defensa confirmó la suspensión indefinida de la compra del F-35 Lightning II, el caza más avanzado tecnológicamente del mundo.

La decisión, que afecta a una inversión de 6.250 millones de euros presupuestada desde 2023, se ha justificado oficialmente por el compromiso de destinar el 85% del gasto en defensa a proveedores europeos.

Sin embargo, esta argumentación oculta las verdaderas dimensiones del problema.

El rechazo del F-35 deja a la Armada Española sin alternativa real para sustituir sus Harrier AV-8B, que serán retirados en 2030. Los cazas estadounidenses son los únicos con capacidad de despegue vertical capaces de operar desde el Juan Carlos I, lo que significa que España perderá completamente su aviación embarcada durante una década.

La decisión llega en el peor momento posible, tras las duras críticas de Donald Trump hacia España en la cumbre de la OTAN. El presidente estadounidense calificó la posición española como «terrible» y amenazó con «hacer pagar el doble» a través de aranceles comerciales por negarse a elevar el gasto militar al 5% del PIB.

Paralelamente, el Gobierno español ha renovado su controvertido contrato con Huawei por 12,3 millones de euros para gestionar y almacenar las escuchas telefónicas judiciales del sistema SITEL.

Esta decisión ha encendido todas las alarmas en Washington y Bruselas, donde se considera que España está «jugando con fuego» al confiar información sensible a una empresa obligada por la ley china a colaborar con los servicios de inteligencia del Partido Comunista.

Los comités de inteligencia del Congreso y el Senado de los Estados Unidos han solicitado también revisar los acuerdos de intercambio de información con España, advirtiendo que cualquier dato compartido podría acabar en manos chinas.

La Comisión Europea ha expresado asimismo su preocupación, recordando que Huawei es considerada un proveedor de «alto riesgo».

La dimensión más inquietante de esta deriva china surge con el papel de la consultora Acento en toda esta operación. Dirigida por el exministro socialista José Blanco y el exministro popular Alfonso Alonso, esta firma ha sido señalada como uno de los dos intermediarios clave en las relaciones entre Huawei y el gobierno español.

El otro sería el expresidente socialista José Luis Rodríguez Zapatero.

Además, el actual secretario de Estado de Telecomunicaciones, Antonio Hernando, trabajó precisamente para Huawei a través de Acento antes de incorporarse al gobierno de Sánchez. Su esposa, Anabel Mateos, también gestionó la cuenta de Huawei en la consultora antes de ser nombrada adjunta a la Secretaría de Organización del PSOE.

Estas decisiones sitúan a España en una posición de creciente aislamiento respecto al núcleo occidental. Mientras países como Alemania, Reino Unido, Italia o Polonia han adquirido ya el F-35 como estándar tecnológico común, España renuncia deliberadamente a la interoperabilidad con sus aliados atlánticos.

La simultaneidad de ambas decisiones (la de rechazar tecnología militar estadounidense mientras se abraza la infraestructura china) envía una señal inequívoca sobre las preferencias geopolíticas del gobierno Sánchez. En un momento de máxima tensión entre Estados Unidos y China, el Gobierno español ha optado por China, la líder del bloque de las dictaduras y autocracias del llamado “Sur Global”. Una posición insostenible para una potencia media como es España.

La historia enseña que las potencias medias que intentan navegar entre bloques antagónicos suelen acabar siendo víctimas de su propia ambigüedad. En el actual contexto de competición estratégica entre democracias y autocracias, la tibieza española no sólo es peligrosa para nuestros intereses nacionales, sino que debilita todo el flanco sur de la alianza occidental.

El Gobierno debe rectificar antes de que sea demasiado tarde. La seguridad nacional no puede depender de las necesidades políticas coyunturales de Pedro Sánchez ni de los dudosos y jamás explicados intereses compartidos de Zapatero, Acento y la dictadura china.