ABC 14/04/17
· Tras el respaldo de la UE en relación a Gibraltar, ahora es Estados Unidos quien confirma la fortaleza española en el exterior al vapulear las pretensiones secesionistas de Puigdemont
DESPUÉS de que la UE haya concedido una victoria a España en Gibraltar, con el Brexit de por medio, la actual fortaleza exterior de nuestro país tuvo anteayer otra constatación con el severo varapalo que EE.UU. dio a las aspiraciones separatistas de la facción soberanista catalana. Norteamérica apuesta por una «España fuerte y unida», frente a la patética exhibición de dos extravagantes congresistas del Capitolio en la Generalitat, los únicos que Puigdemont ha conseguido movilizar a favor de su causa.
El nacionalismo catalán se sorprende y molesta cada vez que el Estado demuestra que sus instituciones funcionan y son eficaces ante el reto separatista. Cualquier revés lo interpretan como una conjura. Si el Gobierno de Rajoy no negocia un referéndum ilegal es porque prefiere el enfrentamiento al diálogo. Si el Supremo y el Tribunal Superior de Cataluña condenan por desobediencia a los impulsores y responsables del 9-N es porque los jueces son peones de una política partidista. Si el fiscal general aplica el principio de legalidad al que le obliga la Constitución es porque se comporta como un sumiso ejecutor de las órdenes de La Moncloa. La falacia de esta actitud solo consigue frustración e impotencia en los propios secesionistas, porque son conscientes de que no pueden doblegar al Estado español, y menos en un momento de refuerzo de su papel en el concierto internacional, especialmente en la política atlántica y en la europea.
Como el Estado funciona, la UE ya le ha dicho a Puigdemont que los socios europeos de España no admitirán la secesión de Cataluña, lo que deslegitima a sus promotores. La buena relación con Estados Unidos ha sido también determinante del comunicado rotundo emitido por la Embajada estadounidense en España, que aboga por una España fuerte y unida. Este tipo de apoyos justifica la política de alianzas que España debe mantener con Europa y con EE.UU. Sin ofrecer estabilidad, lealtad y solidaridad es muy difícil recibir respaldo en los momentos necesarios. Lo entendieron González en la primera Guerra del Golfo y Aznar con su apuesta atlantista. La diplomacia es el arte de elegir y tratar bien a los amigos.
Puigdemont y el resto del coro separatista se sorprenden de que el Estado llegue a tanto. Y sólo han visto una pequeña parte, muy importante, ciertamente, porque para los nacionalistas, el reconocimiento internacional es una pieza clave de su estrategia para el nuevo referéndum separatista. Por ahora, Puigdemont y su encargado de asuntos exteriores, Raül Romeva, con invitados extranjeros de medio pelo, sólo han logrado que sea público y notorio su fracaso diplomático. España vuelve a pesar (y cada vez más) en el concierto internacional.