Editorial el Mundo
ANTE EL más que probable escenario de unas nuevas elecciones en noviembre, el centro derecha, que concurrió muy fragmentado a las últimas citas con las urnas, estudia ya el diseño de una nueva estrategia para minimizar los efectos negativos con los que la ley electoral penaliza la división y la falta de unidad. Los buenos resultados obtenidos por la candidatura única de PP, UPN y Cs en Navarra, que se quedó a unos pocos votos de lograr la mayoría absoluta, ha llevado a los líderes del PP a registrar nuevas marcas electorales en previsión de llegar a un acuerdo con la dirección de Ciudadanos. Ambos partidos, cuyos programas políticos, sociales y económicos presentan muchos puntos en común, han formado ya varios gobiernos de coalición municipales y autonómicos, lo que ha permitido que sus políticas de corte liberal se apliquen ya en comunidades como las de Madrid, Andalucía, Murcia y Castilla y León. Este nivel de sintonía es un buen precedente de cara a explorar la vía de acuerdos pre-electorales y candidaturas conjuntas que serían bien vistos por el electorado.
La iniciativa, que ha partido del presidente del PP, Pablo Casado, y que tiene en su secretario general, Teodoro García Egea, uno de los principales defensores, recibió ayer el respaldo de Alberto Núñez Feijóo, uno de los pesos pesado del partido. El presidente gallego, durante la celebración de la Feria de la Vendimia de la localidad orensana de Leiro, donde coincidió con el ex presidente Mariano Rajoy, sostuvo que la propuesta «tiene toda la seriedad y espero que tenga éxito», aunque la descartó para su propia autonomía, ya que en ella el PP disfruta de una holgada e histórica mayoría absoluta.
En este sentido, es importante matizar que la presentación de candidaturas conjuntas no tiene necesariamente que realizarse en todo el territorio, sólo en las circunscripciones (alrededor de 20) que reparten menos escaños, en las que exista un partido regionalista fuerte, así como en el Senado (cámara en la que se debería aprobar una hipotética aplicación del 155), donde ambas formaciones podrían obtener la mayoría absoluta. En el resto, PP y Cs deberían concurrir por separado, ya que el objetivo principal es sumar, no perjudicar a ninguno de los dos partidos. Los acuerdos pre-electorales no han de plantearse con la pretensión de subsumir unas siglas dentro de otras. PP y Cs deben conservar su propia identidad política ya que, aunque comparten una parte del electorado, cada uno tiene sus propios votantes. Las aspiraciones de reunificar el centro derecha bajo unas únicas siglas pertenecen al pasado y carecen de sentido en el actual panorama político, en el que la pluralidad de siglas garantizan una mayor representación de los votantes.