La condición necesaria para tener un resultado digno en Euskadi, especialmente entre los jóvenes, es que te vean como parte o representante de «los de aquí» frente a los que supuestamente son de fuera, aunque estos hayan nacido, trabajen o residan en el País Vasco y tengan ocho apellidos vascos; si muestras esa condición por la vía que sea, tienes más papeletas para que te voten, nunca mejor dicho. Por eso está mejor visto Arnaldo Otegi que Fernando Savater, votar al PP es una rareza, y votar a Vox, una extravagancia. De poder votar a una izquierda que se reivindique como española mejor ni hablamos. Por eso el PSE es vasquista en Euskadi y hasta el PP se pone a veces la txapela o farfulla en euskera en los debates donde pide el voto, como forma de pedir perdón y, de paso, ganarse al electorado. El españolismo es una ranciedad manifiesta pero el vasquismo es moderno y progresista, y quien no lo abraza está políticamente muerto. No importa tanto serlo como parecerlo, porque en el fondo es todo una gigantesca incoherencia y una enorme hipocresía. Los jóvenes saben euskera pero no lo hablan, prefieren «lo de aquí» pero escuchan reggaetón y música latina, las series que ven son de cualquier lugar menos vascas y votan nacionalismo pero no quieren la independencia. Hasta se alegran de los éxitos de la selección española, aunque no hagan grandes alardes públicos. Mola pero no mola tanto como mostrar que eres del equipo de tu pueblo. O sea, que nos engañamos a nosotros mismos y asumimos lo inasumible para ser aceptados en una sociedad… compleja.
El Parlamento Vasco dispone desde ayer de 54 diputados de 75 que son cargos públicos nacionalistas o independentistas, favorables al derecho a la autodeterminación o a la independencia cuando toque, si es que algún día toca. 12 son diputados socialistas pertenecientes al PSOE de Sánchez, al que sostienen en la Moncloa partidos populistas, nacionalistas e independentistas, sean estos de extrema izquierda o de extrema derecha, todos los cuales son favorables a un pacto fiscal que reduzca la solidaridad de Cataluña con el resto de España o a pactar con Bildu cuando es necesario, que ahora vuelve a ser un partido progresista. Sumar ha logrado un diputado, ya que todos los demás en manos de Podemos se han ido con Bildu. Por lo demás, el PP ha llegado a 7 y Vox ha mantenido milagrosamente el suyo.
Los partidos supuestamente nacionales o no obtienen representación en muchas comunidades autónomas o tienen que disfrazarse de regionalistas o nacionalistas para obtenerla
Como apuntaba arriba, esto no quiere decir que Euskadi vaya a declarar la independencia mañana (de hecho creo que la independencia tiene menos apoyos que nunca) pero dibuja una España desigual y desunida: se prefiere la parcelación del Estado en reinos de taifas que se dan la espalda mutuamente antes que la igualdad, la solidaridad y la redistribución de la riqueza entre conciudadanos. Somos solidarios, sí, pero con nosotros mismos. Y este problema no hace más que agravarse en el conjunto de España. Los partidos supuestamente nacionales o no obtienen representación en muchas comunidades autónomas o tienen que disfrazarse de regionalistas o nacionalistas para obtenerla.
Algunos son culpables directos y otros, responsables, sea por acción, por omisión o por torpeza, o por asumir la tesis nacionalista de toda la vida: lo mío es mío y lo tuyo, de los dos. La polarización de la política española y los escándalos de corrupción nacionales alejaron a los ciudadanos de los grandes partidos «estatales», y los ciudadanos vascos se refugiaron en los partidos minoritarios del País Vasco, aunque sean mayoritarios aquí y no haya mayor corrupción que apoyar el terrorismo o negar que ETA sea una banda terrorista: mejor lo propio que lo óptimo. La sanidad pública vasca es un desastre, sí, pero la gestionamos «nosotros», o sea, el PNV. Y lo médicos pueden atenderte en tu lengua propia que no hablas nunca. Unos fueron más listos para confundirse con el paisaje y otros o no quisieron hacerlo o fueron más torpes al intentarlo. El PSOE, principal responsable, hizo el resto hasta dibujar el panorama político que han propiciado las elecciones vascas. Pedro Sánchez está feliz, y no se me ocurre mayor señal de alarma.
La educación y los medios de comunicación nacionalistas siguen su trabajo de hormiguita: el susodicho adoctrinamiento ideológico a mayor gloria de quienes manejan el cotarro por estos lares. La educación es tan mala como la del resto de España, agravada con el hecho de tener que estudiar en una lengua que no se maneja correctamente por muy «propia» que sea. Y los medios de comunicación continúan su labor incansable: hace treinta años presentaba los informativos del mediodía un tal José María Calleja pero ahora invitan para analizar los resultados electorales a Estefanía Molina, para que aporte el punto exótico que el nacionalismo necesita para que finalmente todo quede en casa.
El nacionalismo lo inunda todo
España tiene un problema serio en el País Vasco y en otras partes de España. Y no hay visos de que nadie pueda enfrentarlo y mucho menos solucionarlo. El Gobierno Vasco conformado por PNV y PSE puede aportar estabilidad política y calma chicha parlamentaria pero puede ser pan para hoy y hambre para mañana, dado que el problema es de fondo, y el nacionalismo lo inunda todo. Y con Pedro Sánchez en la Moncloa todo puede empeorar. Por eso es indispensable un discurso alternativo al discurso nacionalista que ha terminado convirtiéndose en obligatorio.