Ha llegado el día. 35.381.270 ciudadanos están convocados a las urnas en unas elecciones autonómicas y municipales que se leerán, negro sobre blanco, como antesala de las generales y que, sin duda, resultarán clave para el futuro del país.
Al borde de los cinco millones de parados, con un 45% de desempleo juvenil, cerrado el grifo del crédito, paralizado el consumo interno, con Bildu en las instituciones y una clase política encapsulada que acepta incluso la corrupción en sus filas… acuden los ciudadanos a decidir con su voto. La democracia real se expresa hoy.
A la espera del veredicto, las fuerzas políticas adoptan posiciones: los socialistas, con Zapatero aún al frente, se muestran resignados al castigo de una España brutalmente golpeada por la crisis; los populares se preparan para saborear una victoria más fruto del desplome del rival que de los méritos propios, mientras las fuerzas minoritarias aspiran a beneficiarse por fin del rechazo y del hastío que suscitan los dos grandes partidos.
Posibles cambios de Gobierno
Todas las encuestas han vaticinado en los últimos meses un descalabro para el PSOE, que corre un serio riesgo de perder el poder en sus feudos históricos: Castilla-La Mancha y Extremadura. De confirmarse, el vuelco sería total.
En la primera de estas comunidades, donde los socialistas han gobernado durante 28 años -21 con José Bono y siete con José María Barreda-, el resultado final lo decidirán muy pocos votos. Lo que allí ocurra será definitivo.
«Ganar en Castilla-La Mancha es ganar las elecciones». Así resumen la situación en La Moncloa, conscientes de que una derrota en este territorio se traducirá en un efecto óptico inapelable: el mapa de España teñido de azul.
En este análisis coincide también el Partido Popular, que no ha ahorrado esfuerzos a la hora de batallar por la comunidad castellanomanchega: su cabeza de cartel es la mismísima número dos del partido y el propio Mariano Rajoy se ha volcado en esas tierras durante la campaña.
Aragón, una esperanza
Ayer mismo, los pronósticos más optimistas que barajaba el Gobierno pasaban por conservar Aragón con la ayuda del PAR o de CHA y salvar Extremadura por los pelos gracias a Izquierda Unida. Sobre Castilla-La Mancha el vaticinio era negro, aunque algunos aún conservaban la esperanza.
Asturias, donde dan por hecho un pacto entre el PP y el partido de Álvarez-Cascos, y Baleares, donde ya no tienen ningún posible socio con el que sumar fuerzas, se daban por perdidas. Y, por supuesto, se asumía un batacazo sin paliativos en las comunidades en las que ya reina el Partido Popular: Madrid, Valencia, Murcia y Castilla y León.
La sensación de desastre se había instalado en el Gobierno. Ninguna de las fuentes consultadas se prestaba a hacer previsiones positivas; todas preferían situarse en el peor escenario, quizá porque así cualquier buena sorpresa que les deparen las urnas les servirá de bálsamo. El análisis de unos y otros era unánime: el voto de castigo está provocado por la crisis y por la gestión de la misma, que no ha sido comprendida, dicen, por los ciudadanos.
El ‘efecto 15-m’
Los sondeos de último minuto pintaban bastos y demostraban, en opinión de un alto cargo del Ejecutivo, que, a las malas perspectivas que existen desde hace meses, se ha sumado, a partir del ecuador de la campaña, el efecto, «perjudicial», del Movimiento 15-M.
El equipo del presidente cree que hoy los ciudadanos que se identifican o simpatizan con la protesta expresada en las principales plazas del país por miles de jóvenes, intentarán visualizar su malestar con un voto en blanco.
Igualmente, dan por segura una alta participación, pese a que consideren que un buen número de votantes socialistas optarán por quedarse en casa. «Si se acude masivamente a votar es porque se quiere propiciar un vuelco, un cambio», explican, mostrándose convencidos de que los electores del PP expresarán una vez más su alto grado de fidelidad para con su partido.
Para sustentar este razonamiento apuntan las elevadas cifras de voto por correo que se han registrado como indicativas de que los ciudadanos no desean perder la oportunidad de expresarse en las urnas. Y, al mismo tiempo, señalan un descenso significativo del voto emitido desde el extranjero y que, aseguran, suele ser favorable al PSOE.
No se adelantarán las generales
Pese a las malas perspectivas, ni en el Ejecutivo ni en la dirección socialista aceptan entrar a valorar la hipótesis de una convocatoria adelantada de las elecciones generales, previstas para marzo de 2012. Todos aseguran que Zapatero agotará la legislatura aunque el varapalo que le deparen hoy las urnas sea muy duro.
Él mismo ha descartado de plano la posibilidad de adelantar los comicios con el argumento de que sumir al país en un nuevo debate electoral sería muy perjudicial justo en un momento en el que, según el Gobierno, la economía empieza a crecer aunque sea muy tímidamente y se espera lograr, al menos en los próximos meses, datos positivos de creación de empleo.
Además, albergan la esperanza, cotejando series históricas de resultados electorales, que puede repetirse lo sucedido en anteriores ocasiones, es decir, que el PSOE vea mejorar claramente su situación en las elecciones generales después de haber sufrido un serio traspié en las municipales y autonómicas. En definitiva, que el voto de castigo, provocado en buena medida por los efectos de la crisis, se «absorba» en estos comicios y se mitigue en los próximos.
En cualquier caso, de confirmarse hoy un deseo de cambio sin paliativos, Zapatero, aunque cuente con apoyo parlamentario suficiente para mantenerse en La Moncloa -gracias a su pacto con el PNV-, se enfrentará a un fin de legislatura agónico.
Cautela en el PP
Por su parte, el Partido Popular, que afronta la jornada de hoy con espíritu de triunfo, tendrá que aguardar igualmente al último minuto para cantar abiertamente victoria. El PP también se la juega porque si, finalmente, no consigue derrotar a los socialistas en Castilla-La Mancha y superarlos en votos en Extremadura, la estrella de Mariano Rajoy quedará más que deslucida.
Tampoco el líder del PP está sobrado de oportunidades. Rajoy ha perdido en dos ocasiones las elecciones generales frente a Zapatero y, dado que los populares han sido los principales impulsores de la idea de que los comicios que se celebran hoy son en realidad unas primarias, el jefe de la oposición tendría dificultades para encontrar argumentos con los que maquillar un fracaso.
En el PP, ayer, se respiraba optimismo no exento de nervios. También ellos repasarán con lupa los votos en Castilla-la Mancha y Extremadura, así como el recuento en Sevilla, una capital que, de ganarse, como auguran los sondeos, les abriría la puerta para lograr un cambio histórico en Andalucía el año que viene.
EL MUNDO, 22/5/2011