Uno había pensado que la nueva financiación era un imposible lógico, que la relación bilateral con Cataluña era un contradiós, para un Estado unitario y autonómico y para un Estado federal, y que la redistribución no podía hacerse sin quitar a unos lo que se da a otros. Era un error. España es sólo una abstracción de pago, una yuxtaposición de asimetrías. Todo el mundo va a quedar contento, ya verán.
Tras haber hablado el lunes con los presidentes de las dos Castillas, Aragón y Murcia, Zapatero va a recibir entre hoy y mañana, de uno en uno y sucesivamente, a los de La Rioja, Cantabria -que llegará en taxi y con anchoas- y las dos comunidades insulares.
Es bastante notable el acuerdo que los lehendakaris van expresando con el plan presidencial, si es que lo hubiera. Es normal. Son los encargados naturales de convertir las opiniones de sus mandantes en hechos de Gobierno. Incluso, cuando son tan pintorescas como las manifestadas estos días en las encuestas. Los votantes del PSOE y el PP, que son casi el 90% de la población española, coinciden en que quieren pagar menos impuestos y desean más gasto en obra pública.
Es lo que tienen las encuestas, que en vez de preguntar a la gente por sus experiencias, aquello de lo que puede dar fe, le preguntan por sus opiniones, aquello de lo que no sabe. Lo paradójico es que la casilla idónea para la mayoría, ns/nc, tiene cada vez menos visitantes, porque vivimos en estado de opinión. Y si estábamos acostumbrados a creer lo que no vimos por el padre Ripalda en su catecismo y por el presidente Zapatero en su proceso de paz, ¿por qué no vamos a dar doctrina sobre lo que no sabemos?
Y se pregunta al personal por la eficacia de las medidas contra la crisis, un suponer. Y el 70% dice que le parece eficaz el aplazamiento del pago de las hipotecas para los parados, tomando por antibiótico efectivo lo que no es más que medida paliativa. Tampoco cabe extrañarse de un hecho portentoso: entre el 60 y el 70% de los españoles confiesa no haber restringido gastos en viajes, ni en cenas, copas, cine, cambio de coche, compras de electrodomésticos o de pisos. Sin embargo, el 63,2% de los ciudadanos cree que la economía irá peor en 2009 que en 2008. Bien se ve que una cosa es predicar y otra ahorrar trigo.
Hablaba Billy Wilder de la vieja costumbre de los estudios de Hollywood de preestrenar las películas entre un público seleccionado al azar, de cuyas reacciones y opiniones salían los últimos ajustes y el montaje definitivo del filme antes de su estreno. No entendía el viejo maestro que 500 personas que eran perfectas mediocridades tomadas de una en una, se transformasen en un genio colectivo cuando estaban juntas, capaz de imponerle cambios definitivos en su propia obra. La cosa en nuestras encuestas nunca llega tan lejos, porque al final Zapatero hace siempre lo que quiere, hace creer a todos que es lo que le han pedido ellos y a la mayoría le parece bien.
Uno ha pensado durante mucho tiempo que la nueva financiación era un imposible lógico, que la relación bilateral con Cataluña era un contradiós, no ya para un Estado unitario y autonómico, como el nuestro, si es que la Constitución mantiene aún vigencia, sino para un Estado federal en sentido estricto, y que la redistribución no podía hacerse sin quitar a unos lo que se da a otros.
Era un error. Todo consiste en definir la multilateralidad como una suma de bilateralidades, y en crear los fondos adecuados de finaciación: a los de renta más alta porque pagan más y a los que pagan menos, por ser más pobres. Así vamos añadiendo fondos, el último, comprometido el lunes, para aumentar la población y tal vez hoy para el genotipo de la nueva masculinidad que anda buscando Bibi Aído. De Montilla, Camps y Aguirre para abajo, todos somos autonómicos y preferimos mirar lo que nos van a dar en condición de tales que lo que nos toca pagar como españoles. España es sólo una abstracción de pago, una yuxtaposición de asimetrías. Todo el mundo va a quedar contento, ya verán.
Santiago González, EL MUNDO, 7/1/2009