El Mundo 28/11/12
SANTIAGO GONZÁLEZ
Convocar un plebiscito es como echar un órdago. Se gana o se pierde, pero lo que no se puede hacer es poner cara de Mas y repartir cartas para la siguiente mano. Si pierdes, te levantas y pagas las consumiciones como un señor. Si es un plebiscito, lo mismo y te vas a casa.
El verbo dimitir es altamente irregular y de difícil conjugación en español. Se recuerda el caso de Joaquín Almunia, tras el recuento de las generales de 2000, cuando su adversario Aznar se alzó con la absoluta. Uno aquella noche se sintió francés, pero la ilusión duró poco. Empezó a generalizarse la expresión asumo toda la responsabilidad, que traducido al cristiano quiere decir: yo sigo. El último español ha sido Rubalcaba, que calificaba acertadamente de «fracaso» la pérdida de 12 escaños por CiU (el 19,35% de sus efectivos), mientras la pérdida de ocho en el PSC (el 28,57% de los suyos) le parecía un resultado malo, pero digno.
Artur Mas, aurea mediocritas, es un precipitado de las más hondas esencias de la política española, el macizo de la raza, que diría Juliana, y tiene la misma aversión a dimitir. Se le compara en estos días con Ibarretxe, aunque Juan Josué tuvo la disculpa de la originalidad. Echó un órdago, pero lo perdió. Ganó las autonómicas, pero perdió la centralidad que siempre había tenido el PNV, igual que ahora Mas ha arruinado la de CiU.
¿Por qué habría de dimitir si no ha hecho nada mal? Una gestión desastrosa, una economía en bancarrota, recorte de gastos sociales, pero no del boato identitario. Ha mentido al prometer un imposible: un Estado catalán en la UE. Se ha gastado 35 millones que la Generalitat no tiene en adelantar unas elecciones para descalabrar a su partido, encumbrar a su competencia de izquierdas, abrir una grieta en la convivencia de los ciudadanos catalanes entre sí y con el resto de los españoles. Tampoco dimite Duran, ¡presidente de la Comisión de Exteriores del Congreso!, aunque opina que «el Estado es una cloaca».
Hace mes y medio, Mas invitó a los consumidores catalanes a pensar «qué hay y quién hay» detrás de cada compra. Es hora de que los empresarios, héroes alternativos incluso para la defensa de lo suyo, hablen en legítima defensa: «Mire, Mas, que insistir en las etiquetas va a acabar beneficiando al cava de Requena».
Cataluña es la expresión más acabada de la decadencia española. ¿Recuerdan el momento en que Maragall puso la cifra: «i aquest problema es diu tres per cent»? Tomó como patrón de la mordida el 3% -índice Sabadell-, cuando la tasa Millet de los convergentes era del 4%. Ya me temía yo que en la honorable sociedad el tres era poco, que incluso podría ser considerado dumping. Pere Navarro recordaba en campaña que la sede de CDC está embargada judicialmente a cuenta del Palau. Ayer veía cómo los Mossos notificaban la imputación a dos presuntos comisionistas de su ejecutiva: el secretario de Organización y jefe de la campaña electoral del PSC, y al alcalde de Sabadell, dos pesos pesados socialistas. Mas podría empezar a trabajarse un posible socio. Le bastaría llamar a Navarro y decirle: «A todos nos pueden salir un Macià y un Prenafeta. Son cosas de la vida, Pere».